La Rouge vibra en la misma frecuencia de onda que el Raval. Y hablo del Raval, Raval; el mismo barrio que combate la gentrificación a mordiscos y se niega a entregar el territorio a la pústula guiri. Aquí no se piensa en clave turista, se piensa en clave multicultural. El neón de la entrada aporta un aire canalla, invita a unas copas. La barra en forma de ele es una tribuna perfecta para dominar todos los rincones del local con la vista.
Ante mí, una sala con palmeras en las paredes, techo rojo y sillas y mesitas bajas cobija a grupos de gente y acoge las diferentes actuaciones que tienen lugar cada noche. Hay un ambiente especial. Arriba, descansa un piso superior también relleno de sillas y mesas que hoy está cerrado.
Necesito una copa, pero las prisas son mal negocio. A las camareras les cuesta verme. Paciencia, es una noche ajetreada, así que pienso en las virtudes de un local ravalero a morir que hace el esfuerzo de programar música en directo toda la semana y también da espacio a humoristas noveles. Un bar sin fronteras con cócteles sorprendentes –¡pedid el 'chupito' de la casa! Con vermut y alimentos de supervivencia. Con gente del barrio. Y con una terraza en la rambla del Raval que cotizará altísimo ahora que empezamos a ir todos en mangas de camisa.
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