La Saltó ha sido una de las pioneras en convertir el Poble-sec en uno de los barrios más animados de la ciudad. De hecho, sus horarios son más de bar de noche que de tienda, lo que no impide que algunos vecinos bajen por las noches a llenar sus garrafas de vino de barril. Pero su oferta enológica no es el principal atractivo de la Bodega Saltó. Cuesta encontrar un local tan pintoresco como éste en Barcelona. Renovado por el diseñador Steve Foster en 2002, funciona como una pequeña feria de la extravagancia donde se pueden encontrar todo tipo de andróminas, antiguallas, tigres de peluche o monigotes que beben en porrón.
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