La última vez que fui a cenar al Dusk, casi llamo a la grúa municipal para que me arrastre hasta el portal de mi casa, a 50 metros escasos del local. En esta cueva lynchiana proponen una triatlón sin tregua a los intestinos del comensal. Las raciones son faraónicas. Al sándwich de pollo con bacon, le añaden una gallina entera y, de propina, una loncha de tocino de un dedo de grosor. Los margaritas tumbarían a Gerard Depardieu y los nachos podrían alimentar a una escuela entera. El spa más barato para recuperarse de una resaca.
Time Out dice
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