Aigua del Carmen, remedio universal. Nuestros abuelos tenían suficiente con un traguito para combatir flemones, migrañas o cualquier achaque de estar por casa. Quien les iba a decir que, medio siglo después, esta poción ancestral daría nombre a una coctelería premium. O que incluso podrían encontrar trazas de la medicina espirituosa en el cóctel de la casa, con zumo de limón, azúcar, licor de manzana, ginebra y unas gotitas de curaçao azul. Un trago fresco, original, aromático y sabroso que mitigará vuestras fantasías homicidas con el jefe de departamento de la oficina, los albañiles llamativos, el vecino que escucha techno y otros monstruos de la cotidianidad.
Este candoroso local es una caricia felina. Con un interiorismo que transmite calorcito y buen gusto, gracias a los colores terrosos, las lámparas rococó, en las butacas de cuero y la elegante combinación de madera y piedra, Aigua del Carmen ha conseguido ganarse el respeto de los alérgicos a las coctelerías del Abuelo Turista, todo atrayendo un público intrépido que disfruta con las creaciones de autor y los experimentos etílicos de los barmans, Albert Álvarez y Alessandro Manunza.
Obviamente, también disponen de un catálogo interminable de ginebra premium-y no tan premium-para satisfacer la sed de sangre de los soldados del gintónic en copa redonda. Y es que todos los bebedores, incluso los más clásicos, tienen lugar en este rincón exquisito, una coctelería que engancha y lo tiene todo para convertirse en uno de los locales de moda de la ciudad: después de la gran De Mairena, esta es mi Carmen favorita de Barcelona.
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