Iglesia de cruz griega que conserva la estructura románica, pero que es plenamente gótica en la cubierta, el cimborrio, el claustro y la sala capitular, construidos durante el siglo XV. Situada en la pequeña plaza de Ramon Amadeu, en pleno centro de la ciudad, es una de las iglesias de Barcelona con más encanto.
Forma parte del conjunto del Monasterio de Santa Anna, vinculado a la orden del Santo Sepulcro desde el siglo XII, y acoge conciertos de guitarra clásica, música de cámara y canto coral.
Es conocida sobre todo por su claustro frondoso y mudo (idílico para leer) pero vale la pena dedicar también un tiempo al interior, a las esculturas pintadas de madera y a un cuadro de Joan Llimona donde parece que un santo corte embutido mientras un hombre con delantal se lleva las manos a la cabeza con un gesto dramático.