La Plaça de Sant Felip Neri se encuentra en el corazón del barrio gótico, muy cerca de la plaza de la catedral. De estilo romántico y con un punto decadente, es sin duda una parada imprescindible si hacéis una ruta por este barrio. En su interior está integrada la iglesia de estilo barroco, que preside y le da nombre a la plaza.
Al lado de la iglesia está la escuela Sant Felip Neri, donde se escucha jugar a los niños en la hora del recreo, una inocencia que contrasta con los restos del franquismo que aún están presentes. Si prestáis atención, veréis que en una de las paredes hay agujeros, causados por los restos de metralla de una bomba aérea que lanzó el bando nacional durante la Guerra Civil.
La iglesia barroca de Sant Felip Neri
Todo el que entra a la plaza dirige sus ojos hacia la iglesia de Sant Felip Neri, que preside el espacio y lo hace especialmente atractivo. El edificio religioso fue obra del arquitecto Pere Bertran, con ayuda de Salvador Ausich i Font, que lo levantaron entre 1721 y 1753. De estilo barroco, la fachada está inspirada en la capilla de la Ciutadella, aunque es mucho más esbelta y dinámica. Además, la iglesia tiene anexada la casa de la Congregació de l'Oratori, que se fundó en 1673. Aparte de su historia religiosa y arquitectónica, el edificio también fue uno de los afectados por el bombardeo de 1938, que dejó marcas en las paredes que, si os fijáis muy bien, aún son visibles.
El bombardeo de la plaza en 1938
Nos remontamos a 1938, dos años después que empezara la Guerra Civil Española, que terminaría un año más tarde. El 30 de enero, la aviación fascista aliada de Franco bombardeó Barcelona desde el aire, dejando decenas de muertos. La iglesia de Sant Felip Neri era uno de los refugios del barrio para dar refugio a los vecinos, por lo que, cuando las bombas llegaron al edificio y lo derrumbaron, sepultaron a todos los que estaban dentro. La gran mayoría de las víctimas fueron niños y niñas del colegio de la plaza que salieron a protegerse en el sótano.
La plaza quedó completamente destrozada, con 42 víctimas mortales y más de 100 heridos. Lo único que quedó en pie fue la fachada de la iglesia, que hoy en día aún se conserva con las marcas que dejó el fatídico ataque. Durante la dictadura franquista, el gobierno dijo que los agujeros de las paredes eran a causa de los asesinatos de sacerdotes a manos de los socialistas, aunque se descubrió que el relato era para intentar cubrir su responsabilidad en la masacre.