Cuando la Barcelona modernista lucía en todo su esplendor, la Casa Ferrer-Vidal se alzó como un símbolo de la burguesía catalana y del talento arquitectónico de la época. A pesar de las transformaciones y pérdidas a lo largo de los años, esta joya sigue cautivando gracias a la dedicación de la Fundación ACICAC, que preserva su esencia y la proyecta como un espacio vivo de encuentro artístico y cultural.
No todas las casas del modernismo barcelonés pueden presumir de haber mantenido su esencia a lo largo del tiempo, pero la Casa Ferrer-Vidal, situada en la intersección de la avenida Diagonal con el Paseo de Gracia, es un ejemplo singular. Construida entre 1914 y 1916 por el arquitecto Eduard Ferrés i Puig, esta obra emblemática refleja el carácter de una época marcada por la burguesía catalana y el auge cultural.
Concebida inicialmente como residencia familiar de Lluís Ferrer-Vidal i Soler, destacado empresario y mecenas, la casa fue diseñada para impresionar con una fachada llena de detalles. A pesar de las reformas que alteraron su perfil original, como la desaparición de la cúpula central durante los años cuarenta, conserva elementos esenciales como la gran tribuna de arco rebajado con vidrieras, el majestuoso portal de acceso con el escudo de la familia y una estructura que respira la elegancia modernista.
Hoy en día, la Casa Ferrer-Vidal se proyecta como un espacio de conexión cultural y artística, gracias al trabajo de la Fundación ACICAC, encargada de preservar su valor patrimonial. El edificio acoge eventos selectos en espacios como el Espai Comas y el Espai ACICAC, convirtiéndose en un puente entre el pasado y el presente, entre el patrimonio y la creación contemporánea. Además, también se utiliza como escenario para entrevistas a personalidades relevantes y como plató para reportajes periodísticos que abordan temas de actualidad. Sin ser accesible al público general, esta joya arquitectónica sigue cautivando el imaginario de la ciudad, manteniéndose como un testimonio vivo de la Barcelona burguesa y del legado modernista.
Ahora, la Casa Ferrer-Vidal no solo se conserva, sino que se interpreta como un escenario vivo donde historia y modernidad dialogan en armonía. Así, reafirma su lugar como un referente cultural que habla del pasado, pero también de un futuro donde el arte y el patrimonio nunca se desvinculan.