Si alguna vez habéis explorado los intersticios del paseo de Colom, muy cerca del Moll de la Fusta, es posible que hayáis acabado pescando la explanada dedicada a una de nuestras patronas, la plaza Mercè. Sobre ella, la basílica que comparte nombre está rodeada de bares con terraza, que aparecen como setas de la nada y conviven con el tono antiguo de todo el conjunto medieval de iglesia y convento. La Basílica de la Mercè preside este paraje, de estilo barroco de puertas hacia adentro y neoclásico, hacia afuera. A pesar de que la construcción data del siglo XVIII, es una nave que mezcla elementos de diferentes estilos arquitectónicos debido a una historia llena de giros que nos remonta al siglo XIII. Seáis o no fieles, el patrimonio arquitectónico religioso de la ciudad es siempre interesante de visitar y, todavía más esta edificación, que está dedicada a la patrona y constituye uno de los mejores ejemplares de la arquitectura religiosa del barroco catalán. Además, el día de Santa Merced, ¡la basílica se convierte en todo un espectáculo!
Historia
Antes de ser basílica, fue una iglesia gótica reformada que empezó a construirse en el 1247 y se dedicó a Santa María. Santa María de Cervelló fue la santa que fundó la rama femenina de la orden mercedaria y (dicen) que sus restos todavía se encuentran en uno de los altares, se enterró en el 1290. A fuerza de que el pueblo repitiera que era la iglesia de la 'merced', a causa de la tarea mercedaria de los seguidores de la orden, la iglesia acabó confirmándose con un nombre distinto al de su bautizo. Con la intención de ensanchar el templo, se derrocó el medieval y se iniciaron las obras en el 1765 para reconstruirla a manos de Josep Mas y Dordal. En el siglo XIX, el Papa Benedict XV decidió aprovechar esta iglesia para convertirla en basílica y honrar los 700 años de historia de la orden de la Merced, momento en que se añadió una cúpula. Lamentablemente, la Guerra Civil se llevó con ella prácticamente toda la basílica y, desde entonces, se ha ido reconstruyendo con éxito gradualmente.
Mercè, la segunda patrona de Barcelona
Si alguna vez habéis paseado por la plaza, ¿os habíais fijado en la varilla que lleva la figura que hace de guinda de la Basílica de la Virgen María de la Merced? La leyenda explica que el instrumento es el responsable de salvar Barcelona de una plaga de saltamontes en el siglo XIII. La Merced es quien lleva la varilla y esta gesta la hizo digna de compartir patronazgo con Santa Eulàlia, una relación de dudosa amistad. El 24 de septiembre se celebra Santa Mercè y hay toda una fiesta en su honor muy vivida en la ciudad que os lleva hasta la basílica. Pero este día acostumbra a llover y corre el rumor de que son las lágrimas de Santa Eulàlia, quejándose del olvido de los conciudadanos a favor de la Merced (los más mal pensados creen que no llora de pena, sino para hacer de aguafiestas).
¿Qué elementos hay que visitar en la Basílica de la Virgen María de la Merced?
El interior, de estilo rococó, es en sí ya toda una atracción visual. También debemos resaltar la imagen de la Virgen de la Merced, que destaca por su interés artístico: una talla gótica de 1361 atribuida a Pere Moragues, aunque la figura del niño es del siglo XV (unos de los pocos elementos que se conservan de antes de la guerra). Si sois de misa, quizás los restos de Santa Maria de Cervelló os pican la curiosidad. Y otra particularidad del espacio es que acoge un imponente y moderno órgano, considerado uno de los más espectaculares de Europa, diseñado por Gerhard Grenzing. Si queréis escuchar como lo hacen sonar, podéis echarle un vistazo a la programación musical de la basílica, que acostumbra estar muy activa. Desde fuera, merece la pena detenerse a contemplar la decoración ornamental de la fachada, obra de Carles Grau. Después, os podéis dejar caer por todas las tiendas y bares con encanto del Barri Gòtic.