La historia de la lucha por los derechos y libertades es el cuento de nunca acabar: se avanza dos pasos y se retrocede uno. Mirad, por ejemplo, la decisión del Alto Tribunal Europeo respecto a la donación de sangre y los homosexuales: da escalofríos. Afortunadamente, hay gente por el mundo trabajando constantemente para defender todo lo conseguido y, además, seguir hacia adelante para conseguir el grado de respeto y convivencia hacia la diferencia que nos merecemos todos.
Ludovic-Mohamed Zahed es una de estas personas: un luchador que no cede ante las adversidades. Nace en Algeria hace 37 años y de pequeño ya lo discriminan en el colegio por afeminado. A los 12 años va a una mezquita, descubre el Corán y se hace de una hermandad salafista. A los 17años se enamora de uno de sus compañeros, es repudiado y abandona la fe. La familia se traslada a Marsella, Zahed se descontrola –fiestas, drogas, sexo– y coge el sida.
Sale del armario con su familia, no sin conflictos y dificultades, y empieza a estudiar psicología y antropología. A los 30 años, en un viaje a Pakistan, empieza a reflexionar sobre su vida y vuele a la plegaria, a leer el Corán y a practicar la fe. Lee los textos sagrados y no encuentra ninguna condena a la homosexualidad –en cambio, sí que encuentra muchos textos de poesía homoerótica en la literatura clásica árabe.
Decide fundar la primera asociación LGTB musulmana del país: “Mortificado de constatar que los jóvenes adolescentes homosexuales franceses se suicidan quince veces más que el resto, creamos esta asociación, para luchar contra la islamofobia, la transfobia y por un Islam inclusivo y una laicidad respetuosa. Hoy en día somo más de 300 miembros de todo tipo: hombres, mujeres, trans, musulmanes o de origen musulmán, que no queremos que el islam cargue el peso de una homofobia cultural sustentada sobre la ignorancia y los prejuicios. Cada vez nos solicitan más para organizar plegarias inclusivas, funerales para transexuales, matrimonios gays o heterosexuales...”. Reivindica “recuperar los principios esenciales y humanistas de la tradición islámica, abolir la representación dogmática, fascista y totalitaria del Islam que a menudo se hace por culpa de intereses geopolíticos y siempre ideológicos”.
Hace tres años, cuando murió una transexual musulmana y nadie la quería enterrar, Zahed decidió abrir la primera mezquita inclusiva de París, un espacio donde la gente encuentre un imán que les trate con dignidad, los entierre o les case sin importarle a quien amen. No se cansa de explicar que los textos que se utilizan en contra de la homosexualidad son apócrifos y en cuanto a la supuesta inferioridad de la mujer, no se ha de olvidar que la primera de las mujeres sabias e imán fue Àïxa, la mujer del Profeta. La tarea de Zahed es más que loable: trabajar por un mundo mejor y se deja la piel en ello.