En Barcelona el musical está ahora en manos de la resistencia: montajes de pequeño formato defendidos por un grupo de convencidos que apuestan por el género con más ilusión que medios. Game over, comedia romántica puesta en pie por Jaume Giró, es uno de esos proyectos que luchan contra el signo de los tiempos. Sólo por eso merece atención y aplauso. Por lo demás, el espectáculo bordea el filo bienintencionado del amateurismo. La historia, después de un prometedor inicio –dos amigos sin derecho a roce pasan a tenerlo–, se conforma con recorrer las nuevas tramas de la comedia musical popularizadas por series como Smash o Glee, o funciones como Edges. Cambia el lenguaje, el sexo se trata de una manera más explícita y los protagonistas no pasan de la veintena. Por lo demás, la típica historia de chica conoce chico, se enamoran, se enfadan y se reconcilian… o no.
Nada nuevo defendido sobre todo con entrega y entusiasmo por una pareja que en su faceta actoral está todavía por hacer. Aunque falta la técnica que permite entender bien el texto y hacer de la naturalidad algo no impostado, también es cierto que ambos se crecen cuando toca cantar, sobre todo Marc Gómez. Game over gana enteros cuando se pasa de la comedia hablada a la cantada. Por las aptitudes vocales de los intérpretes y por el descubrimiento de un catálogo de temas firmados por los sucesores estilísticos de Jonathan Larson (Rent), la última hornada de autores de Broadway, con Benj Pasek y Justin Paul al frente.