El Parc de Cervantes es el parque de los rosales por excelencia y uno de los puntos por donde siempre pasamos cuando salimos a correr. Y, un día, cuando ya estábamos con la lengua fuera... ¡zas! ¡Una tirolina! Ver la polea y el neumático esperándonos para que nos subamos es el mejor impulso para cumplir con el entrenamiento del día. Nuestros gritos de emoción asustaron a más de un paseador de perros. Si nos vamos de Les Corts y vamos en dirección a la plaza de España el 'pit-stop' lo tenemos que hacer sí o sí en un parque que todo el mundo conoce todavía como el del Escorxador pero desde que duerme la escultura 'Dona i ocell' es terreno Miró. La veréis rápidamente. Es ideal para columpiarse. Esperad vuestro turno y subid solos o en pareja. ¿La técnica? Poneros el asiento entre las piernas, coger impulso y lanzaros. Sólo así llegaréis al otro lado sin quedaros parados a medio camino.
Sí, eso de deslizarse por los aires a toda velocidad era la típica actividad que hacíamos con el cole cuando íbamos de campamentos a la montaña. Ahora, las tirolinas no son sólo carne de campamentos. Muy cerca de casa, escondidas entre los parques de Barcelona y alrededores, tenemos un montón donde agarrarnos fuerte y volar con fuerza. Son cortas y van a ras del suelo pero el corazón se os acelerará igual.
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