Parecen esquiadores de fondo sin esquís, sin nieve y perdidos por las calles de la ciudad. Caminan con bastones hechos de carbono en las manos al ritmo de ‘1,2,1,2’, con una sonrisa en la cara y, habitualmente, en grupo. Si caminar es saludable, hacerlo con palos –y con buena compañía– todavía lo es más porque nos ayuda a mover todo el cuerpo y a repartir el esfuerzo. Los barceloneses que hacen marcha nórdica ya lo saben y cada vez son más los que se suman.
El nórdic walking nos lo descubrió uno de los países más perfectos de Europa, Finlandia. El equipo finlandés de esquí nórdico empezó a correr y a caminar durante el verano con bastones para entrenarse para la temporada de invierno y, poco a poco, se fue extendiendo por Europa.
La mayoría de la gente que lo prueba no suelta los palos. En Barcelona, podéis aprender la técnica y ‘marchar’ en compañía en grupos como el que gestiona la Associació Esportiva de Sarrià, el gimnasio Kieser Training o Bendhora.
¿Qué encuentra la gente en el nórdic walking? Desconexión, diversión, compañía y también salud. “Para la gente con problemas de rodillas es ideal. El palo es el primero que recibe el impacto cuando caminan y minimiza el golpe que recibirían las piernas. Además, fortaleces brazos, trabajas muchísimo toda la musculatura de la espalda y la postura mejora una barbaridad”, explica Adrià González, instructor del grupo de marcha nórdica del Centro Cívico Vil·la Florida.
El aspecto social es importantísimo. "Cuando corres no puedes hablar, en cambio cuando caminas sí. Entre el grupo se crea un ambiente muy chulo. Cuando hace buen tiempo siempre hay alguien que trae algo de comer y hacemos un picnic improvisado", comenta Adrià.La marcha nórdica tiene parte de deporte, de salud y de ocio pero entre las cosas más agradecidas está el descubrir lugares nuevos de la ciudad. "¡Hoy visitaremos el pantano de Vallvidrera!", dice Adrià. Y, entre el grupo, alguien pregunta "¿esto existe?". 'Marchan' por zonas montañosas y se cruzan con más de un jabalí pero también lo hacen por parques y playas de la ciudad y descubren barrios que tenían poco vistos. Cada día caminan por nuevas rutas de una Barcelona que sorprende hasta a los más urbanitas. A ratos caminan juntos charlando -las recetas de cocina monopolizan las conversaciones- y cuando se cansan se aíslan y 'marchan' solos dejándose llevar.
Hacen unos siete kilómetros y las sesiones duran aproximadamente una hora. Al final del camino, hacen estiramientos para relajar el cuerpo y ya encaran la vuelta a casa. Desconectan, conocen a gente nueva, hacen deporte y salud. ¿Quién da más? Si vuestra tía se acaba de jubilar y no sabéis qué regalarle por su cumpleaños, el nórdic walking la espera con los brazos abiertos. ¡Acabará comprando bastones para toda la familia!