Los primeros minutos de 'Dancing Grandmothers' son lo que esperábamos de este Grec que mira a Asia, una compañía de danza que mezcla lo mejor de dos tradiciones: la expresividad contemporánea más urbana y libre con el virtuosismo e incluso el acrobacia de la mejor tradición de Oriente. La imaginación y la sorpresa se aplica también al deslumbrante vestuario de mil colores y texturas que acompaña la iluminación, rasgos que parecen salidos de un taller Ágatha Ruiz de la Prada situado en el Seúl más tradicional.
Pasado el prólogo, el espectáculo de la coreógrafa Eun-Me Ahn -uno de los éxitos en Europa de la danza coreana- revela su intención, llevar a escena un conjunto de abuelas que interactúan con los jóvenes bailarines profesionales. Primero nos lo expone con un vídeo alargado que muestra diferentes mujeres del ámbito rural bailando ante la cámara. La danza es felicidad, concluye la grabación.
A partir de ese momento, otras mujeres mayores sin ningún conocimiento de danza hacen aparición en escena, al tiempo que el componente naif tan propio de la cultura pop asiática se multiplica. El trabajo con las intérpretes no profesionales no tiene ningún tipo de interés más allá de la anécdota ingenua, y en algunas ocasiones roza la vergüenza ajena. Ni siquiera se saca punta de la oposición entre tradición y modernidad. Una propuesta, en definitiva, simpática y tierna, que ya está bien.
Coreografía y dirección artística: Eun-Me Ahn Interpretación: Eun-Me Ahn, Donghun Go, Jihye Ha, Youngmin Jung, Hyekyoung Kim, Jeeyeun Kim, Seunghae Kim, Eisul Lee, Hyunwoo Nam, Sihan Park y deu ancianes coreanes.