Desde el año 2011, el consumo de alimentación ecológica ha aumentado en un 7 %, a pesar de la marea negra económica. Esto quiere decir una cosa: uno, que la actitud de los que bautizaron este consumo como ecopijo -a menudo gente adinerada que en restaurantes caros se hartan de km 0- se desvanece; y segundo y más importante, que el consumidor, a la hora de llenar el cesto, no sólo compra por militancia. Se ha acostumbrado a lo eco porque tiene un gusto que marca diferencia.
El 'mañico' Chema Bescós, desde la tienda I love food, advierte que los establecimientos de comida ecológica son necesarios. Sobre todo porque "comprar en el mercado no garantiza que compres comida libre de pesticidas". A menudo, dice, muchos puestos compran directamente en Mercabarna, y "allí hay de todo". En su tienda, especifica, todo es ecológico -certificado con el sello del Consell Català de la Producció Agrària Ecològica, CCPAE para los amigos - y "todo es elaborado por pequeños productores km 0, según criterios 'slow food'".
Esto les conlleva ciertos dolores de cabeza: en el ansia de ofrecer el mejor producto posible, tienen 400 proveedores directos. ¡Casi uno por producto! Su especialidad son las verduras.
En su huerto de Canet de Mar reinan los tomates con diferentes variedades de nombres ingleses ('beef steak', 'heart of compassion') y variedades galardonadas en el Tomato Fest dels EUA, todo carne y semilla, melosos y sin huecos. Una vez se prueban, no hay vuelta atrás. Como en el resto de productos: oler un bote de avellanas eco deja un recuerdo olfativo.
Y si Bescós produce tomates y mima a los productores, unos metros más arriba, la tienda Temps de Terra produce todo, absolutamente todo, lo que venden. De hecho, la historia parece un Fitzcarraldo de buen rollo. Carles Franch explica que su padre, constructor, adquirió una finca de 80 hectáreas, el Cabiscol, en el corazón de Amposta. "Cerrada en sí misma, un valle independiente, un lugar lleno de energía", recuerda. Esto fue hace 20 años.
La idea inicial era plantar olivos y arreglar una masía para turismo rural. En vez de esto, se fueron perdiendo por el camino "en improvisaciones, viendo necesidades y poniendo soluciones": introdujeron árboles frutales, huerto, y sobre todo apostaron por "potenciar los depredadores y crear un ecosistema basado en el estudio de un bosque". Compran un rebaño y el anterior propietario se dedica a cuidarlo. Introducen variedades de semillas antiguas. Y lo hacen sin ningún tratamiento químico, con el cerdo ibérico, la ternera xarolesa y las aves corriendo libres y alimentados por la tierra.
La mayor parte de la producción la vehiculan a través de las dos tiendas de Barcelona. Franch, orgulloso, señala que, a la ciudad, llegan los frutos de Cabiscol cada lunes, miércoles y viernes, siempre por la mañana. "Comerse en Barcelona una lechuga recogida del mismo día es difícil, por no decir imposible", explica. De la verdura que sobra hacen comida preparada: mermeladas, gazpacho, tomates rellenos, cremas, berenjenas rellenas... ¡Y pastelitos de Tortosa hechos por su abuela! Y los cerdos que llegan enteros son desmontados y aprovechados en hamburguesas, salchichas o costillas rustidas que nos llaman con un aliento porcino embriagador.
Trabajan 27 personas, y Franch recalca, con sinceridad, el mantra del tendero eco: "La emoción del vínculo que se establece cuando el comprador ve la cara de quien produce la comida". Para él, sólo es posible cambiar su propio pequeño mundo. Y si compráis aquí, cambiaréis el vuestro.
El planteamiento de Típic i Català es menos ambicioso, pero también muy idealista. Elisenda Albajos, profesora jubilada, quiso montar "una tienda de producto gourmet exclusivamente en catalán". De hecho, ríe, "lo único que no es catalán aquí es mi marido, ¡que es belga!".
El concepto es ofrecer siempre productos "cuidadosamente escogidos y sobre todo de pequeños productores, que no se puedan encontrar en los supermercados". Lo ecológico está marcado con una pegatina verde, y encontramos calidad máxima y una selección muy interesante en materia de vinos, embutidos, quesos, galletas, mermeladas, salsas, frutos secos... Una tienda de proximidad en un barrio, la Sagrada Família, trepanado por el turismo, con un espacio para degustación. Disponen de un mapa gigante de Cataluña donde señalan al turista despistado la procedencia de lo que compra. "Se sorprenden cuando ven que en un país tan pequeño hay tanta variedad. ¡Así los preparamos para la independencia!".
Y precisamente en la tienda antes citada nunca entrarían los productos que monopolizan el espacio de La Chinata, una oleoteca dedicada a la venta de aceite de oliva virgen extra de la Sierra de Gata, en Extremadura. A parte de un aceite premium a precios muy interesantes -litro de virgen extra a 4,50 €- y de diferentes coupages, disponen de cosméticos derivados del aceite, como jabón, aceite corporal y crema facial. ¡Incluso para hombres!