“Hay que erradicar la cultura de la bolsita de té, si es que se la puede llamar así. Es como el sexo plastificado”, dice Armando, mientras trajina en una de las mesitas de la tienda que regenta con su mujer Mei. En este rinconcito de Gràcia venden, a granel, unas 140 variedades de té de la India, Europa y África, pero sobre todo de China. “Cada té se produce de una forma diferente y para venderlos hay que tener cierto conocimiento”, dice.
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