Georges Franju. Francia, 1959. VOSC. 88 '.
Un ejemplo clarísimo que demuestra que el terror se puede encontrar más en la insinuación que en la evidencia. La truculenta historia de un neurocirujano especializado en injertos que se convierte en el asesino de chicas jóvenes para poder así restituir la cara quemada de su hija se ve sacudida por la presencia fantasmal de ésta, una especie de muerta viviente de quien sólo destacan, detrás de una máscara de cera, sus ojos infinitos. Este film constituyó la consagración de Franju entre un público fascinado por su elaboración personal de un realismo fantástico que representa la apoteosis de un estilo que ha sabido extraer como nadie la belleza del terror.