The Master

'The master' no es un film sobre la cienciología. Como 'Pozos de ambición', es una meditación de raíces bíblicas sobre las enfermedades del sueño americano, en este caso sacudido por la postguerra. Es, como casi todo el cine de Paul Thomas Anderson, un retrato de la (fracasada) transmisión de valores entre figuras paternas e hijos metafóricos. Es un ensayo sobre el arrebato, la tensión entre los estallidos de ira de los sin clase y la ira reprimida de los que se han creado una máscara para encontrar un sitio. Es una clase magistral de puesta en escena: lejos del magnífico exhibicionismo forma del 'Boogie nights', la austeridad y la precisión de ritmos y planos es abrumadora. Es, también, una clase magistral de interpretación: Joaquin Phoenix integra los tics de su locura en una alucinada versión de un ángel exterminador y Philip Seymour Hoffman modela, con su voz amenazante, el perfil de un gurú con sus puntos débiles. Es, en definitiva, una admirable obra maestra