Canibals

Las películas de caníbales más bestias de la historia

Hemos dejado que los antropófagos más carnívoros del cine nos comieran el cerebro, y este es el resultado

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No queremos aguarle la fiesta a nadie, pero es nuestro deber advertir de que las imágenes que veréis a continuación pueden herir sensibilidades. El cine de caníbales, como tentáculo del terror extremo, es un inframundo de atrocidades. No diremos que no haya películas bonitas, incluso 'blockbusters' aptos para el gran público, que se han acercado a la figura del antropófago. Pero el instinto de la carne cruda es difícil de mantener a raya. Esperamos que no os resulte demasiado indigesto. Quizás a la larga incluso os guste.

'Crudo', de Julia Ducournau

Dicen que durante su estreno en el festival de Toronto una persona del público necesitó asistencia médica, al límite del infarto. Y aunque en realidad las imágenes no son tan extremas como nos quieren vender, estamos seguros de que los amantes de las películas de caníbales quedarán saciados. Esta película de terror franco-belga cuenta la historia de una chica vegetariana que, en su primer año en la facultad de veterinaria, descubre un placer sublime comiendo carne cruda. Comienza probando un hígado de conejo y acaba royendo el dedo de su hermana, movida por un instinto famélico que se desarrolla de forma paralela a unas ganas locas de sexo salvaje. ¡Mordedla!

'Holocausto caníbal', de Ruggero Deodato

Es una cima del gore italiano, obra de culto para mentes morbosas y una de las películas de caníbales más polémicas de la historia. La acción tiene lugar en la selva amazónica, a finales de la década de los 70, en el seno de una tribu de antropófagos que empalan a sus víctimas y luego se comen los órganos vitales a cuatro manos, arañando la carne con las uñas y tragando vísceras con la boca embadurnada de sangre. Las imágenes no omiten detalle, y algunas son de una violencia feroz. Muchos animales fueron torturados hasta la muerte durante el rodaje –se ve, por ejemplo, cómo decapitan a un mono–. Pocos países autorizaron el estreno.

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'Mondo cane', de Gualtiero Jacopetti, Paolo Cavara y Franco Prosperi

A principios del 60, en la Italia de los tiempos del 'spaghetti western', tres tíos se inventaron un subgénero aberrante: los 'mondo films'. Decían que les maravillaba la obra de Dick Wyman, un individuo que perseguía ambulancias para fotografiar accidentes de tráfico sanguinarios, y se proponían ir un paso más allá. Con la voluntad declarada de impactar al público, recorrieron todo el mundo con su cámara filmando escenas escabrosas, rituales y costumbres que nadie se podía imaginar que se practicaran. Todo era real. No había ficción. En una de estas secuencias veíamos una tribu de caníbales comiéndose un cocodrilo.

'The neon demon', de Nicolas Winding Refn

El director de 'Drive' aterrizó en el último festival de Sitges con una cinta diabólica ambientada en Los Ángeles, en el mundo de la moda, en un entorno frívolo y competitivo donde los cuerpos aparecen representados como un corte de jamón dulce envasado al vacío. La película comenzaba con la imagen de Elle Fanning tumbada en un sofá con un vestido azul eléctrico y un corte en el cuello que le derramaba sangre sobre el escote. Entre la belleza siniestra y el deseo de ultratumba, el film era un homenaje a la estética colorida del 'giallo' de Mario Bava, a veces aburrido pero con una resolución final que incluía un espectáculo de canibalismo bastante trepidante.

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'Amor eterno', de Marçal Forés

Es el segundo largometraje de Marçal Forés, el director de 'Animales', que por desgracia nunca ha llegado a estrenarse en salas. Qué pena que una película de caníbales tan buena pasara tan desapercibida. Estaba ambientada en las zonas montañosas de 'cruising' de las afueras de Barcelona, un escenario de terror nuestro, entre zarzas donde los hombres fornican rozándose las carnes, y contaba la historia de un profesor madurito y con barba que se hacía penetrar por uno de sus alumnos, el más rarito. En la misma región donde su romance estrambótico tenía lugar, unos jóvenes satánicos empezaban a practicar rituales salvajes.

'Hannibal', Ridley Scott

En la cultura popular, Hannibal Lecter es el antropófago por excelencia. Lo creó Thomas Harris en 1981 en su novela 'Red dragon' y Anthony Hopkins le dio vida por primera vez en 'El silencio de los corderos' de Jonathan Demme, con una camisa de fuerza y aquella famosa máscara que tenía la boca cerrada con hierros verticales. Pero su mejor aparición es la de esta secuela, en la que lo vemos comiendo riñones humanos pasados por la sartén y, mejor aún, el cerebro fresquito de un hombre, aún vivo, con una cucharilla de helado. La saga se ha ido perpetuando en múltiples productos. ¡Larga vida al rey de los caníbales!

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'Santa Clarita diet', Victor Fresco

Esta serie tiene muchos detractores, pero a mí me encanta (si es que la valoramos como chicle de mascar visual). Una agente inmobiliaria de aquellas que enseñan casas de urbanizaciones de postal se convierte, de repente, en una especie de caníbal que sólo puede sobrevivir comiendo carne humana. La lectura es obvia: el mercado del ladrillo te devora. Eso sí, Drew Barrymore, aunque sea una necrófaga vampírica que puede caminar a la luz del día, mantiene las apariencias y los valores morales y familiares de la América suburbial. Tiene gracia.

'El caníbal de Rotemburgo', de Martin Weisz

La realidad siempre, siempre supera la ficción. En 2001, Armin Meiwes, de 43 años, llegó a un pacto con el ingeniero berlinés Bernd Jürgen B, de la misma edad: se comería partes del cuerpo de Jürgen, empezando por su pene, hasta terminar con su vida. Supuestamente, Jürgen se lo ofreció en un chat de Internet. Y así ocurrió; y Meiwes lo grabó en vídeo (la cinta le sirvió de prueba al jurado). Meiwes primero fue sentenciado a siete años de prisión (¡no sabían de qué juzgarlo!). Después de una apelación, el jurado recapacitó y lo sentenció a cadena perpetua. El filme que narra el episodio no se pudo ver en Alemania pero ganó el Premios de Sitges 2006 al Mejor Actor, Mejor director y Mejor Fotografía.

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'¡Viven!', de Frank Marshall

El drama de la peripecia real de un equipo de fútbol uruguayo que en 1972 se estrelló en los Andes y tuvo que recurrir a la antropofagia para sobrevivir fue alabado por la crítica, pero también recibió collejas por su falta de realismo: vemos a actores anglosajones jóvenes, guapos y saludables como Ethan Hawke haciendo de latinoamericanos hambrientos. Y los supervivientes dijeron que las únicas escenas realistas eran la castaña del avión y el rescate: todo lo demás, un picnic comparado con lo que habían pasado. En el año 1976 el hecho ya había inspirado una demencial y carroñera serie Z mexicana, 'Supervivientes de los Andes'. La podéis ver entera en YouTube.

'¿Y si nos comemos a Raul?', de Paul Bertel

Negra, negrísima comedia dirigida por el actor y director Paul Bartel (buscadlo en Google, un secundario mugriento, entrañable, icónico). Paul y Mary Bland (Bartel y Mary Woronov, la tigresa sexy de Warhol) son un matrimonio de beats asexuales de clase lumpen que sueñan con abrir un restaurante. Una noche matan sin querer a un 'swinger' salido que quería abusar de la pobre Mary. Y el matrimonio Bland encuentra en el asesinato y robo de depravados sexuales una fuente de financiación infalible. Con toques de comedia 'screwball' y personajes tan hilarantes como extremos (¡el fetichista nazi! ¡Doris la dominatrix!), esto parece un film de John Waters pero sin la ternura que siente el de Baltimore por sus frikis. Destila humor negro y odio a saco, tanto dirigido a liberales como meapilas.

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