Cuando el Zumzeig anunció que cerraba, a mediados de julio, más de uno se sintió huérfano. La sala con bistrot adyacente de la calle de Béjar se había convertido en la casa santa del cinéfilo con gorra de tweed, que los domingos por la mañana iba a hacer el combinado vermut con aceituna y película, y a la salida se pedía un buen plato de lentejas con chorizo, para calentar el estómago. Para la gente del barrio, era un referente de actividad. Pero la insalvable falta de público en la sala lo llevó a la liquidación.
Después de tres meses de pena, el Zumzeig vuelve a abrir sus puertas esta semana, comandado por una nueva dirección que se organizará como una cooperativa sin ánimo de lucro, un hecho sin precedentes en la industria de la exhibición catalana. “En esta etapa que empieza queremos acercarnos más a la gente, crear un sistema más participativo e integrarnos en un barrio que tiene una larga tradición asociacionista”, explica Javier Rueda, miembro de la cooperativa.
Ahora la estrategia es hacer del Zumzeig un sitio más popular. El viernes 4, desde las 18 h hasta medianoche, celebrarán que vuelve a estar en activo con una fiesta de entrada libre, abierta a todo el mundo. “Cortaremos e iluminaremos la calle, pondremos mesas y sillas, habrá música en directo y en la sala haremos dos pases de cortometrajes gratuitos que se irán repitiendo sin interrupción”, avanza Yonay Boix, director de cine. Es uno de los nuevos responsables.
La idea de este acto es que los vecinos se acerquen, que curioseen, tomen algo y se sientan como en casa. “Mantendremos nuestra filosofía de hacer una programación comprometida y alternativa, pero también nos acercaremos a sectores menos entendidos, porque aquí todo el mundo debe encontrar su lugar”, es el mantra. Ahora, el Zumzeig no será solo el templo del cinéfilo remilgado que comía lentejas en días de lluvia. Será el cine de todos.
Vi. 4 de octubre.
De 18 h a 24 h. Gratis.