Pierre Schoeller no ha visto la última película de Costa-Gavras, 'El capital'. Se lo perdono, claro que sí. Lo único que me contraría es que en los últimos meses, nadie, a parte de mi, le haya recomendado que la vea. Quizá es que estoy perdiendo facultades y no he entendido de qué iba el tema. Meses atrás, Costa-Gavras me explicaba que gracias a 'El capital' había podido meterse en la mente de una de les figuras peor reputadas de nuestros tiempos: un banquero. O, en palabras del maestro, "un pobre vampiro". 'El ejercicio del poder' viene a ser lo mismo, cambiando banquero por ministro de transportes. Como mínimo, eso me ha parecido a mí.
En 1983 Pina Bausch presentó un espectáculo de ballet que mezclaba artistas y cocodrilos en un escenario. Se llamaba 'Keushleitslegende', y fue mítico. Tanto, que Helmut Newton encontró inspiración para una de sus fotografías más conocidas, 'Crocodile eating a ballerina'. "Me parece una de la representaciones más efectivas de la angustia erótica que tiene el poder", me dice Schoeller. Él también se ha aprovechado de esta idea. Su película empieza con un sueño de manual psicoanalítico: una mujer desnuda se mete entre las mandíbulas de un caimán. "Ya se ve que quien sueña es un hombre al límite del abismo".
Así es su ministro, un pobre tonto sin historia, que se ahoga con un trozo de pizza y se emborracha hasta que no se aguanta recto. "En el mundo de la política los hombres no se definen por sus acciones, sino por su habilidad a la hora de hacer lo que los ingleses llaman story telling -me explica Schoeller-. Para no ser como Sarkozy, Hollande no ha de cambiar de rumbo, sino crearse una buena personalidad". El drama es que su ministro no tiene un disfraz suficientemente convincente. Es un insubstancial dominado por los movimientos populares y la presión del gabinete. Mejor todavía: un pobre vampiro vampirizado.
Cuando se estrenó su primer largo, 'Versalles', se dijo que Schoeller era el gran heredero de los Dardenne. "Yo, como ellos, busco el lado humano de las historias", recalca. Con esta segunda película tenemos la confirmación. Por un lado, porque el ministro es Olivier Gourmet, actor que había participado en el casting de 'El silencio de Lorna' y 'El hijo', y salía en 'Rosetta' haciendo gofres. Por otro lado, porque los dos hermanos belgas, quizá alagados por la idea de que les haya salido un discípulo, lo han apadrinado. Constan como productores de la película. Mira que Costa-Gavras aún le hará una llamada un día de estos.
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