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En esta comedia romántica, estructurada como una versión bicéfala de 'La ronda' de Max Öphuls, está el cinismo y la misantropía de un cineasta que no se amilana en tiempos del Me Too. Todos los que se dedican al cine son, según Allen, depredadores sexuales en acto y en potencia, pero sus víctimas son chicas cortas de entendederas, deslumbradas por la astucia de gato viejo de directores, actores y guionistas. El pensamiento políticamente incorrecto de Allen cristaliza en una película menor, ágil como un 'ragtime', llena de improbables encuentros y desacuerdos en la línea del Rohmer más desinhibido, con una Selena Gómez irresistible, y que, en conjunto, es tan simpática como intrascendente. Perfecta para una tarde de lluvia sin paraguas.