Cine francés en la cartelera

Hay cuestiones que deben elaborarse con un rigor absoluto. El maltrato y la violencia machista son una de ellas. Un buen ejemplo de cómo tratar un tema como éste es 'Perder la razón', la implacable película que el belga Joachim Lafosse realizó hace unos años (y que está disponible en la plataforma Filmin). En cambio, no es el caso de 'Mi amor', un film en el que Maïwenn pone en escena la relación de abuso entre una mujer y su marido, un hombre extremo tanto en los momentos buenos como en los malos, un seductor interpretado por Vincent Cassel. Maïwenn juega la carta del efectismo, plantea el maltrato desde la benevolencia y la ambigüedad y retrata a su personaje femenino como una histérica. 'Mi amor' es un lobo con piel de oveja, una película que se disfraza de denuncia social, pero que representa todo lo que pretende criticar.

Dos películas en una. Por un lado, el deshielo de un juez seco, con una gripe que le hace cerrar los ojos cuando quiere abrirlos más que nunca, gracias al reencuentro con una enfermera a quien amó. Por otro, el juicio en sí, donde se debate una cuestión nada ligera, la condena a un padre que ha matado a su bebé. La interrelación entre las dos historias, de dos géneros tan antitéticos como la comedia romántica y el cine de tribunales, es capital para entender los contrastes entre el exterior (el desorden del amor) y el interior (el orden marcial del sistema), y por lo tanto el arco dramático que recorre el protagonista, Fabrice Luchini, en estado de gracia. La principal virtud de 'El juez' es parecer una película más intrascendente de lo que es. Díganme cuatro o cinco en cartel tan bien escritas e interpretadas, y me callo.

Con la apariencia de una 'teen movie' más bien convencional, este primer largo de Rudi Rosenberg va mucho más allá para proponernos una crónica amarga y combativa sobre el hecho de hacerse mayor. Es la historia de un chico que llega a un instituto y de las relaciones que establece con los compañeros, pautada como una recua de escenas tragicómicas de un tono muy particular, a medio camino entre el posthumor y la melancolía. Con este orden se compone un mosaico que resulta conmovedor justamente en su desarmonía, entre la tradición realista francesa y la nueva comedia americana, entre François Truffaut y John Hugues. Y no hay ningún tipo de moralismo en su punto de vista sino que, muy al contrario, termina proponiendo la disidencia como única manera de sobrevivir en un universo hostil, una enmienda a la totalidad de lo que entendemos por "normalidad" . Un film fresco y energético de manera inusual. Una verdadera sorpresa.

En 1962, François Truffaut persuadió a Alfred Hitchcock de sentarse con él para dar una entrevista de una semana, donde el autor británico compartió con su joven admirador los secretos de su cine.

Cinco hermanas salen de la escuela y se ponen a jugar en la playa con un grupo de chicos. Cuando llegan a casa, la abuela de las niñas las riñe, les pega una por una. Según ella, esta no es una actitud digna de ninguna mujer. 'Mustang' se sitúa en un pueblo turco, donde las hermanas ven amenazada su infancia y juventud por las normas conservadoras y represivas de la sociedad y del núcleo familiar. Cada gesto de rebelión de las chicas es seguido de una respuesta contundente por parte de los adultos: primero les quitan los teléfonos; después, la ropa, y finalmente, convierten la casa en una prisión de muros altos y grandes puertas de forja. La debutante Deniz Gamze Ergüven cuida la estética de la película, que recuerda a 'Las vírgenes suicidas' de Sofía Coppola. El tono occidental de las imágenes contrasta con las convenciones tradicionales que retratan, y la espontaneidad de las niñas colisiona con algún golpe de efecto desmesurado que estropea un poco el film.

Martin, un exparisino apasionado de Gustave Flaubert, conoce a una pareja que llega a su pueblo para instalarse en una granja cercana. No tan sólo sus nombres, Gemma y Charles Bovery, le recuerdan a Flaubert, sino también su comportamiento.

Demasiado pulcra, demasiado estirada, esta tragicomedia en torno a una mujer de la alta sociedad francesa de principios del siglo XX que cree estar destinada a ser una gran cantante de ópera, animada por su círculo damistats, resulta tan insípida como tramposa. A veces funciona como retrato de una obsesión, aunque el director Xavier Giannoli ('Superstar') no sabe profundizar en esta cuestión más allá de la sensible interpretación de Catherine Frot. Y lo peor de todo resulta visible cuando el film aplica un estilo neutro y académico a lo que querría ser una defensa de la libertad artística. Ni siquiera la reconstrucción histórica del París de los años 20, ni la visión satírica de la burguesía de la época, consiguen animar la función.

Basada en la historia real de los padres del cómico Kheiron (de la serie 'Bref'), 'O los tres o ninguno' narra la historia de un joven iraní que lucha contra el Sha, y después Jomeini, para finalmente exiliarse a París con su mujer y su hijo. Hasta aquí ningún problema. La primera parte, sin embargo, cuenta la historia de Irán con notable simplismo y constantes apelaciones a la complicidad del espectador, mientras que la segunda presenta Francia como en un filme costumbrista de la peor especie. Llena de trucos visuales y trampas narrativas, la película se esfuerza constantemente por ser simpática y optimista, y su éxito de taquilla en el país vecino atestigua que hay un cierto tipo de público que lo agradece. El resto, por desgracia, sólo encontramos un discurso moral y político muy cuestionable, además de una visión de la familia francamente reaccionaria.