Gelat

10 helados de película

O diez películas para ver delante del ventilador mientras os refrescáis la garganta

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Es un consuelo saber que las neveras de todos los supermercados de la costa mediterránea mantienen el mismo inventario que a principios de los 90. Aquellas delicias pegajosas de kiwi, plátano y vanilla, con forma de nave espacial, de labios o -¡ecs!- de pie, publicitadas en la puerta de todos los bares de playa con unos carteles llenos de estrellas y palmeras, 'kitsch' a matar, marcaron mi infancia. Sin el Calippo, el Mini Milk y el Frigo Pie, yo no sería quien soy. Ni ninguno de vosotros, no mintáis. Aquí tenéis una lista de las mejores películas para ver mientras degustáis cada una de estas monstruosidades gastronómicas que, verano tras verano, os hacen volver a ser niños.

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Frigo pie

Hay cosas que cambian, otras no. Los niños de hoy en día siguen formándose en la doctrina del fetichismo, chupando verano tras verano pies congelados con gusto de sirope de fresa y colorantes de todo tipo como si les fuera la vida en ello. Me pregunto cuántos Frigo Pies llegó a comerse aquel sacerdote que Buñuel filmaba en 'Él' besando las pulcras patitas de aquellos inocentes monagillos que iban a la iglesia a que les dieran la comunión, Una gran película, sí señor.

Drácula

Sólo hace falta que su pasta roja me empiece a chorrear por la barbilla para sentirme como Vincent Price bajando las escaleras de un castillo de cartón-piedra. Cuando le clavo los colmillos al palo, me empiezan a crecer las uñas al estilo Béla Lugosi, y a la que me quiero dar cuenta llevo el pelo crepado como el de Gary Oldman en la película de Coppola. ¿Con cuál me quedo? Aprovechando el ciclo de Tim Burton en la Filmoteca, ¿qué tal si probamos con la versión de Martin Landau en 'Ed Wood'?

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Mini Milk

Me pregunto si 'Sospecha' habría ganado en suspense en el caso de que lo que Cary Grant le servía a Jean Fontaine para almorzar no hubiera sido un vaso de leche, sino un Mini Milk helado, bien envuelto en su papelito de plástico. Alfred Hitchcock era un maestro indiscutible, pero es evidente que en los años 40 la oferta de los supermercados americanos no era tan excitante como ahora. Lástima, aquel cilindro tan sabroso tenía muchos números de convertirse en el mejor 'macguffin' de la historia.

Calipo

Lo he intentado de mil maneras posibles, os lo juro, pero el Calipo no admite sutilezas. ¿Una barra de hielo larga como una palmatoria de Semana Santa que en cada chupada te salpica la garganta? Lo mires por donde lo mires, el concepto es lascivo. Por eso os recomiendo una sesión de porno 'vintage', al estilo de los buenos tiempos de Perpinyà, con títulos como 'The devil and miss Jones' o 'Garganta profunda'. ¿Qué mejor que un verano con Linda Lovelace y su clítoris gutural?

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Magnum

No hay revolver en el mundo como el Magnum de calibre 44. Lo decía Clint Eastwood, haciendo de mister Callahan en 'Harry el Sucio', y lo que dice Clint Eastwood siempre va a misa Yo de armas de fuego no tengo ni idea, pero helados me he comido unos cuantos. Me quedo con el Almendrado, porque la nata del Frac no me acaba de gustar del todo. Y la sola idea de ir chupándole la corteza mientras veo a Clint con americana de tweed disparando ya me alegra la existencia.

Twister

Había una película de Jan de Bont con Helen Hunt de protagonista que tenía el mismo nombre que este helado, una mala reminiscencia de los filmes de catástrofes de los años 70. Paso. Si la cosa va de tornados, me quedo con las apocalípticas paranoias de Michael Shannon en 'Take shelter', un padre de familia de suburbio americano que se creía Nostradamus y preveía una ventolera que arrasaría con todo. Claro que aquella mezcla de fresa y kiwi, versión industrial, de Frigo no es digno de nada más que de un rato con madame Hunt.

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Cornetto

A mi el Cornetto, cualquiera de los de la gama, me recuerda una melodía muy pegadiza, que acompañaba esta sabia sentencia, digna de la más alta erudición: "I scream and you scream and we all scream for ice cream". La cantaban Tom Waits, John Lurie y Roberto Benigni, como si hicieran una danza tribal, con el uniforme de presidiarios encerrados en aquella cárcel en la ribera del Mississippi en una de las películas más locas de Jim Jarmusch, 'Down by law'. En fin, ¿mejor ir por la calle cantando esto que Mika, no?

Negrito

Quizá es el helado más políticamente incorrecto del mercado. Yo le he encontrado la película ideal, 'Yo anduve con un zombie', de Jacques Tourneur. Es aquella en la que un negro de dos metros de alto, corpulento y con una forma de caminar tan mecánica como la de Boris Karloff en aquella antigua versión de 'Frankenstein', hacía de muerto viviente en una isla del sur del Pacífico. Después de verla, aquel cucurucho con corteza de chocolate y bolitas que pretenden ser 100 % cacao no os parecerá tan inofensivo.

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Solero

Es aquel polo con sabor a melocotón en almíbar que os hace poner caras raras cada vez que le acercáis la punta de la lengua. Caras raras como las que ponían Gregory Peck y Jennifer Jones mientras se mataban a tiros de rifle en aquellos altiplanos del desierto, entre cactus, rocas y bajo un sol de justicia, en aquella gran película que se llama 'Duelo al sol'. Sol, Solero. La analogía no es difícil de captar.

Maxibon

Veo su M mayúscula, y no puedo dejar de pensar en la insignia que Peter Lorre llevaba escrita con tiza sobre el omoplato izquierdo del abrigo en 'M, el vampiro de Düsseldorf', de Fritz Lang. El Maxibon es el más siniestro y terrorífico artículo del congelador que conoce el mundo. Tendrá algo que ver con que sea un helado de dos caras, estilo doctor Jekyll y Mister Hyde. Lo abráis por donde lo abráis, siempre sabéis que en otro lado hay una parte turbia y oscura que desconocéis.

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