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Plaza Sant Jaume. Estoy paseando con mi novia. De repente, un barbudo nos corta el paso y casi nos aplasta con una aparatosa bicicleta de color verde fosforito. El tipo hace una señal, mientras se aleja a toda pastilla. Le sigue un ejército de bicicletas asesinas ocupadas por turistas en bañador.
Tengo que separarme de mi novia para evitar que me arranquen el brazo. Un río embravecido de chatarra, caucho, cadenas, 'aftersun' y chanclas nos separa violentamente y desata el pánico en la plaza. Los guiris se esfuerzan para seguir el ritmo del guía y durante la estampida destrozan todo lo que se encuentra en su camino.
Veo como se alejan 12 bicis que parecen cafeteras con ruedas, se mean en las normas básicas de convivencia y aniquilan peatones como si Ciutat Vella fuera un escenario de 'Grand Theft Auto'. Se introducen estrepitosamente en las callejuelas del Barrio Gótico y rezo por los pobres peatones que se encuentren con este escuadrón de la muerte en las estrecheces del Casco Antiguo.
Me cuesta entender que el Ayuntamiento permita estos tsunamis sobre ruedas en zonas urbanas tan apretadas. Ciutat Vella es un manicomio hiperpoblado, un laberinto que no está preparado para soportar rebaños de ciclistas enloquecidos. No nos basta con los tours de guiris a pie y los coágulos desesperantes que forman, que ahora también nos tenemos que proteger de los tours en bicicleta.
Y digo proteger porque a la mayoría de los turistas que pagan por una excursión en bici con los colegas se las trae bien floja que los peatones tengamos prioridad. Pasa lo mismo con los 'segways': creen que han pagado por una atracción del Tibidabo y un pobre desgraciado que va a pie no les impedirá pasarlo pipa. Lo único que consiguen estas iniciativas es acentuar la sensación de parque temático y aumentar la vergüenza ajena de los barceloneses que vivimos el centro.
En el Barrio Gótico, Born y el Raval no deberían estar permitidos los tours en bici. No hacen falta. Molestan. Hacen la vida de los habitantes del barrio más difícil. Incluso entorpecen a los otros guiris. En una topografía urbana tan complicada, estas manadas son un problema serio y en muchos casos terminan con peatones marcados por algún golpe de manillar o alguna rueda furtiva que ha pasado por donde no le correspondía.
Los tours en bici para turistas tan solo alimentan los argumentos de los detractores de la bici y ponen más contra las cuerdas a los ciclistas urbanos más sensatos. Si nadie sale ganando, excepto los cuatro listos que se enriquecen con el negocio, ¿por qué tenemos que seguir soportando esta práctica absurda?
Es desesperante. Ojalá los tours en bici para guiris acaben poniéndose de moda por encima de la Diagonal. Cada vez tengo más claro que hasta que una horda de ciclistas franceses borrachos no le aplaste un callo a algún 'conseller', en Ciutat Vella no nos libraremos de estas congas sobre ruedas.