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Si hay una expresión barcelonesa por excelencia es aquella que afirma que esto es Can Seixanta. El por qué de tal dicho tiene su origen a mediados del siglo XIX, cuando el Raval era un barrio industrial y sólo en la pequeña calle Riereta había una veintena de fábricas textiles. Una de aquellas, la que ocupaba los números 18, 20 y 22, que sumados hacen el 60 que le ha dado el nombre, pertenecía a un empresario más amante de la fiesta que del trabajo hasta el punto que el nombre de su fábrica ha pasado a la historia como sinónimo de desorden y desorganización.
De cómo le fue a él no sabemos mucho más, pero sí de la transformación del edificio. A finales del siglo XX Can Seixanta inició una nueva vida, ligada al arte, la cultura, el deporte y el servicio social. Los primeros en instalarse fueron unos estudiantes de la Massana, que alquilaron las grandes naves con luz natural para transformarlas en centro de creación. Desde entonces, se sumaron otros colectivos, como la Asociación Capoeira Palmarés, que trabaja con niños y adultos promoviendo esta disciplina como herramienta de cohesión social, La Poderosa, que incentiva la danza y la acerca a todo el mundo, la Plataforma Cultural Factoría Heliográfica, que se centra en la fotografía y los audiovisuales, y la entidad APIC-ACAM, que ofrece formación y apoyo a personas con riesgo de exclusión social.
Todos pagan el alquiler religiosamente desde hace treinta años, y para sorpresa de todos y con poco margen de aviso, ahora los echan y de mala manera. A los que se les ha acabado el contrato no se lo han renovado, y a los que tienen contrato para años, no les quieren cobrar el alquiler. Un caso más de especulación inmobiliaria.
Los inquilinos han querido ponerse en contacto con la propiedad, que no quiere saber nada de ellos y no ha emitido respuesta. Lo único que han podido saber es que hay un inversor dispuesto a pagar los millones que haga falta para tirar al suelo el edificio y construir un hotel. Un edificio de 1833, que es un ejemplo de la arquitectura industrial previa al vapor y a la iluminación eléctrica, y de la cual quedan bien pocas muestras en medio de la ciudad.
Si de alguna cosa va sobrada Ciutat Vella es, precisamente, de hoteles. Y si algo le falta son, precisamente, centros culturales y sociales abiertos a los vecinos. Los usuarios, que son muchos, han hecho una petición al Ayuntamiento, para mirar de implicarlo y salvar Can Seixanta. Vosotros también podéis firmar.