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Estará en el TNC hasta mediados de junio y quizás no tendréis la oportunidad de ir a ver una obra de teatro imprescindible, un puñetazo a la contemporaneidad, a la teatralidad de medio pelo. Quizá sea como aquel '2666' que hizo Rigola hace cerca de una década. O aquel 'Tirant lo blanc' de Calixto Bieito y Carles Santos. O el 'Coral roto' de Joan Ollé. O el 'Paso doble' de Miquel Barceló y Josef Nadj. O el 'Siena' de La Veronal. Obras que pasarán a formar parte del 'corpus' teatral barcelonés, que deberíamos mostrar fuera, que todo el mundo debería tener la oportunidad de disfrutar.
1. Es un teatro de ideas que cuesta mucho ver en la cartelera, sobre todo en los últimos tiempos. El personaje de Soleràs lanza dardos impresionantes, como cuando, en el primer acto, le pregunta a Luis: "Com es vomiten els romanços?". ¿Habíais oído una frase como esta en un teatro, últimamente? ¿Tienen una respuesta? La fe, la libertad, el pacifismo, la esperanza, las relaciones entre hombres y mujeres ... Todo sale en 'Incierta gloria'.
2. Pon cara a cuatro personajes míticos de la literatura catalana. Trini, Soleràs, Lluís y Cruells son cuatro personajes cruciales del siglo XX y hasta ahora su fisonomía residía únicamente en nuestra imaginación. Quizás nos imaginábamos a Soleràs más enclenque, pero Pau Roca es perfecto para este papel. Porque lo dota de un tono entre chulesco e indefenso que nos lo acerca como nunca lo habíamos imaginado.
3. El segundo acto es magnífico. Mar Ulldemolins (Trini), sentada en una silla, y Roca (Soleràs) tumbado en el suelo, mientras ella lee las cartas que los dos amigos se han enviado. De fondo, la cara en movimiento de Ulldemolins proyectada, como si fuera una película de Dreyer. De vez en cuando, su padre (Andreu Benito) aparece. Acaricia la proyección, se apoya. El acto dura 35 minutos. ¡Y podría haber durado dos horas!
4. Nao Albet es un brillante actor. Del dúo que forma con Marcel Borràs, siempre habíamos pensado que éste era el actor de verdad. Pero aquí, Nao es un Lluís soberbio. Tiene la mirada del hombre vencido, al que la guerra ha cambiado. Duro, aventurero, enamoradizo, heroicamente perdido. Es el 'sparring' de Soleràs, su contrincante dialéctico. Y no se arruga.
5. El tercer acto funcionaría solo. Cuando todo está perdido, Rigola hace bajar del techo un bosque de micrófonos y sienta a todos los personajes en una mesa grotesca, donde se pegan un festín escandaloso si tenemos en cuenta que los republicanos están a punto de perderlo todo. Los personajes se disparan a boca cañón y la acción se acelera. Cuando la retirada es un hecho, los difuntos nos cuentan las peripecias de Soleràs y el comandante Picó (Toni Mira). Rigola sólo cambia la iluminación y la posición de los micrófonos. Espléndido.
6. Le falta emoción, pero 'Incierta gloria' es eso. Quizás ninguna obra contemporánea podría ajustarse como ésta al actual momento estético de Rigola, frío y calculador, minimalista emocionalmente. La decepción es el 'leitmotiv' que recorre la novela de Sales y, ante esto, el director evita, como es debido, el sentimentalismo. No sentimos lástima por nadie. Todos hicieron una apuesta y perdieron.
7. ¿El público está preparado? Tengo la impresión de que la gente que ha ido al teatro en los últimos años, los años de la crisis, no está preparado para captar todo lo que nos dice el dúo Sales-Rigola en 'Incierta gloria'. No estamos acostumbrados a pensar ni a que la estética nos ofrezca respuestas. Ni a las preguntas que nos lanzan.
8. Habla de nosotros. No nos equivoquemos: esta obra no es pretérita, sino que rebasa el tiempo en que fue escrita. Todos somos hijos de la Guerra Civil, los 40 años de franquismo, de la dicha Transición.