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El fenómeno de los últimos años, no sólo en Barcelona sino en toda Cataluña, tiene un nombre: swing. Su auge indiscutible llena centenares de plazas y se ha convertido en un “auténtico baile social”, tal como lo define su observador por excelencia. Un observador que, en los ya más de cinco años de vida de 'Swing sense fronteres', ha recorrido más de 100.000 kilómetros con su Harley y retratado más de 40.000 instantes de hoppers de todas las edades.
Seguirle para 'robarle' una fotografía no es fácil. Su paso cauteloso pero firme encuentra los espacios en la plaza como sólo un bailarín entrenado lo puede hacer. Entre cuerpos alegres y rítmicos, su presencia se desliza suavemente sin que se note. Las manos expertas sujetan con decisión una cámara que no hace distinciones y, poco a poco, las imágenes van definiéndose en un mosaico siempre en movimiento. “Yo cuento microhistorias”.
La fotografía no sólo fija un instante. Y Enric lo sabe. En tiempos agitados, una mirada que capta la ilusión —en mayúsculas— no tiene precio. Quizás es este el secreto que Enric ha sabido comunicar mejor... y como nadie. 'Swing sense fronteres' se ha convertido, casi sin quererlo, en una ventana imprescindible para todos aquellos que aman el baile. Para que el mundo no sea sólo mediático, hacen falta iniciativas como estas. Pero para que las iniciativas altruistas lleguen a buen puerto, se necesita un carácter y una actitud perseverantes que, meticulosamente, acaben la fiesta cuando los bailarines ya no estén en la pista.
Enric Nadal es el representante de una forma de ser afable y sabia, que saca lo mejor de cada cual en cada instantánea —tenga o no la máquina entre las manos— me atrevería a decir, y con discreción. Con la más exquisita discreción. Y con una idea muy clara: mientras no se olvide el componente social de la integración de los nuevos bailarines, con las plazas como punto de encuentro, el swing seguirá sumando adeptos. Y él estará allí para inmortalizarlo.