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¿No estáis hartos de la escena de coctelerías vaporosas que proliferan en Barcelona? Sí, me refiero a salones modernos y coloristas que se dedican a los brebajes refrescantes, bajos en alcohol, hechos para esta época que pide cosas 'naturales' y zumos prensados en frío. No, perdón, cuando bebo quiero que se note el alcohol y que me viaje rápido de la garganta al cerebro, no ir a mear cada diez minutos y llegar a casa sereno. Para refrescarse, zumo de naranja o un cubo de agua fría.
Buena noticia para los bebedores serios: hasta el 30 de septiembre, el bar Please Don't Tell, una de las grandes coctelerías de Manhattan –y equivale a decir del mundo, en 2011 conquistó el número uno de la lista 'The World's 50 Best Bars'– se instala como bar pop-up en la coctelería Banker's Bar del Mandarín Oriental. En Nueva York, está escondida tras una fachada de un bar de bocadillos, y se accede a través de una cabina telefónica (un concepto no muy diferente de nuestro Paradiso/Pastrami).
Los padres del invento, Jeff Bell y Adam Schmidt, han exportado el local a Barcelona, con recetas creadas especialmente para la residencia barcelonesa. Y si en la casa madre son bestias como David Chang quienes inventan los 'hot dogs' gourmet que complementan los copazos, aquí son Carme Ruscalleda, Angel León y Gastón Acurio (el trío que dirige los restaurantes del Mandarín) los responsables de las salchichas.
Bell explica que «esta es una coctelería muy alcohólica, muy norteamericana. Hemos querido hacer recetas nuevas con guiños a bebidas locales, pero siguiendo nuestro estilo. Y cuando hacemos una pop-up, la hacemos de verdad: recreamos nuestro bar y le añadimos lo que nos gusta del sitio». Lo primero que sorprende es la ausencia de parafernalia seudocientífica: aquí no hay tanques de gas ni probetas llenas de algo parecido a Pato WC; miras la carta y descubres combinaciones geniales que te hacen desear tomarte dos de golpe.
Un ejemplo paradigmático: el Quasimotxo, un trago que mezcla Ron Zacapa Centenario 23, Rioja y cola. «Queríamos hacer un homenaje al kalimotxo, pero casi parece un Manhattan. O sea, que se quedó así», dice Jeff. Maravilloso: Cubalibre, Manhattan y una ligera 'reprise' de kalimotxo que lo hace adictivo (y que yo sepa, es la primera vez que se enfoca desde una perspectiva gastronómica la bebida indefectiblemente ligada al vómito y a la 'costrapunk').
Otro: el Nichol Buck, ginebra Tanqueray con manzanilla, zumo de limón, miel y cerveza de jengibre. Picante y refrescante, pero sabes qué estás bebiendo en todo momento. Ver trabajar a Jeff y Adam es mucho más divertido que la clásica solemnidad de las barras de aquí, donde te hacen la bebida a dos metros de ti. «Te preparamos la bebida en la barra, no detrás, justo delante de tus narices. Y exhibimos mucho nuestro trabajo. La cultura de la propina hace que esto sea así», razona Jeff.
Para que no salgáis por los suelos, el trío galáctico de cocineros del Mandarín ha ideado recetas de hot-dogs que más que hacer cojín hacen colchón. Mi favorito: el 'limeñasso' de Gastón Acurio, un frankfurt de ternera con crema de aguacate, salsa tari y sauerkraut.
No se queda nada atrás el New Orleans de Albert Adrià, invitado también a la fiesta: una deliciosa barbaridad de salchicha alemana, queso gruyer fundido, bacon crujiente y salsa New Orleans. Grasa de categoría también en el hilo musical: me emborracho escuchando al Dylan más pantanoso y brutote, el de The Band y las cintas de sótano.