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Hace 7 meses abandoné el Barrio Gótico para irme a vivir al Raval. Los motivos fueron puramente amorosos, pero tenía claro que no habría tardado en huir de aquel avispero. Era imposible mantener la cordura en el parque de atracciones histérico, sucio y al margen de las ordenanzas en que se había convertido el barrio. Ahora, el turismo más barato y simiesco es el amo y señor; el contribuyente que vive y da sentido al poco tejido social que le queda a la zona, una puta molestia.
Cada vez que vuelvo al Gótico me encuentro con un Lloret 2.0 que transmuta su aspecto en función de las legiones de guiris que lo hacen inhabitable. Cada día te encuentras una tienda nueva de souvenirs, un burger-kebab para Erasmus que no conocías, garajes llenos de patinetes y bicis de alquiler. Las concesiones a la presión turística han hecho añicos las pocas señas de identidad de un barrio que ya no reconozco, a pesar de haberlo abandonado hace sólo medio año.
Si aceptamos que la administración Colau ha dado por perdido el Barrio Gótico, si tenemos claro que no lo podremos reconquistar nunca, deberíamos impedir que se repita la tragedia en el Born. El cáncer del Gótico, avivado no sólo por los pisos turísticos y el turismo hotelero, sino también por las vomitonas de guiris que sueltan los cruceros, es una fuerza expansiva que apunta directamente al Born, un barrio que ya da señales preocupantes de contagio.
¿Estamos a tiempo de evitar que el Born se convierta en otro Barrio Gótico? Creo que sí. De viernes a domingo de esta semana, por ejemplo, se celebra en Pla de Palau la tercera edición de Born Street Food, una cata popular de la gastronomía del Born impulsada por el colectivo de cocineros, y tenderos del barrio. 14 chefs sacarán a la calle deliciosos platos de los mejores restaurantes del Born, para que la gente conozca la potente oferta de la zona.
Es una acción importante. La buena mesa como arma reivindicativa. No se me ocurre mejor forma de celebrar la personalidad y el peso histórico del Born que hacerlo a través de sus chefs y sus restaurantes de calidad; templos que apuestan por un turismo sensato y que, ante todo, no quieren que el barrio que les da cobijo se convierta en el híbrido de Portaventura, Magaluf y el infierno de South Park que es ahora el Barrio Gótico. Ex Barrio Gótico, mejor dicho. De momento, el Born todavía es nuestro.