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Ha muerto Boadas: ¡todos a Boadas!

Ricard Martín
Escrito por
Ricard Martín
Editor de Menjar i Beure, Time Out Barcelona
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Perich decía esto de Boadas: «Eres un bar pequeño, incómodo y sentimental. Es decir: un bar humano. Todo lo demás son gilipolleces y diseño ». La madrugada del sábado pasado falleció, a los 82 años, Maria Dolors Boadas, la máxima responsable de que esto fuera así.

Es un tópico decir que alguien es el alma de un local, pero en pocas ocasiones reclama más la realidad el tópico. Conocida entre los amigos y trabajadores como La Jefa o la Sacerdotisa de la Luna, la presencia de Maria Dolores –que siguió al frente del negocio hasta bien entrados los 70 años– era una presencia que iluminaba la oscuridad de esta esquina hecha barra. Si ella decantaba tu Dry Martini de vaso en vaso mezclador -un gesto ahora icónico que oxigena el alcohol y lo deja más suave, que ellos exportaron de Cuba - lo bebías con más respeto e ilusión: Boadas era una persona encantadora que regentaba Boadas con toda la cordialidad del mundo. Una copa en Boadas siempre era y es un momento especial.

Oxigenando el alcohol
Oxigenando el alcohol
© Boadas

Ella asumió la dirección de Boadas 1967, cuando murió su padre Miguel, un cubano hijo de catalanes que abrió la coctelería de la Rambla 1933. Aún hoy, el primer bar que te encuentras cuando bajas por la rambla es la coctelería que marca el estándar de calidad de la ciudad y que ha tenido un papel crucial a la hora de poner en Barcelona en el circuito internacional de la coctelería.

Y han sabido mantener el prestigio desde sus inicios: el paso de los años no les ha degradado ni los ha convertido en algo elitista. Los tragos siguen siendo excelentes, a precios contenidos. Aquí se han abrevado Hemingway, Dalí, Greta Garbo y Xavier Cugat, pero también incontables generaciones de bebedores que han aprendido qué es un buen cóctel gracias a La Sacerdotisa i a sus acólitos.

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