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El renacimiento modernista del bar Muy Buenas

Ricard Martín
Escrito por
Ricard Martín
Editor de Menjar i Beure, Time Out Barcelona
Muy Buenas
© Scott ChasserotMuy Buenas
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Volverá la comida al bar Muy Buenas, la joya modernista ravalera del año 1924 que en 2014 fue espoliada por quienes ostentaban su licencia y ha estado cerrada más de dos años. La historia no puede ser más rocambolesca: los inquilinos del bar, cuando se les acabó la renda antigua, desmontaron la mayoría de los preciosos elementos catalogados (el icónico cartel, la barra, espejos y ventanales...) y los dejaron en un almacén en Sant Feliu de Llobregat (se resisten a decir que los habían sustraído). El Ayuntamiento, claro, les obligó a restituir las piezas, les multó y los pedazos de Modernismo quedaron desmontados en el suelo del bar durante más de un año, un hecho que puso encima de la mesa la terrible fragilidad de según qué patrimonio urbano.

Bar Muy Buenas
Bar Muy Buenas

Ahora, Enric Rebordosa, historiador del arte y empresario de la restauración –es uno de los socios que pusieron en solfa con éxito La Confiteria, otro emblema del modernismo– explica que él y sus socios lo están restaurando para reabrirlo dentro de tres meses. Vista su experiencia reviviendo bares con patrimonio, el Ayuntamiento de Barcelona les propuso si querían hacerse cargo del local, con un presupuesto de rehabilitación inicial de unos 80.000 euros, una cantidad que según el actual inquilino «se ha quedado corta», delante del nivel «de obra faraónica» que requiere la rehabilitación. Según Rebordosa, «las cosas se están haciendo con mucho rigor»; cada elemento que se restaura «se tiene que justificar y se consensúa con el Ayuntamiento», que les adjudica a un artesano especializado. Y promete que «será un Muy Buenas como no se ha visto antes, con todo restaurado hasta el más mínimo detalle, y sin las tres capas de barniz que han estropeado la madera del 1924 hasta ahora». El mensaje es claro: la nueva propiedad no ha venido a destrozar el local sino a rehacerlo, y lo importante «es mantener el máximo de elementos modernistas».  

El enfoque gastronómico también tendrá vocación museística: «Queremos que sea una casa de comidas de principios del siglo XX, con un enfoque más popular de las casas nuevas de ahora». Por ejemplo, quizá se podrá comer una fórmula del día con una tarifa plana de raciones a 20 euros, bebida y postres incluidos: bacalao 'a la llauna' los lunes, el martes pato con peras (por decir algo). Rebordosa vaticina que «la biblia que dirigirá la cocina serán libros gastronómicos como 'El que hem menjat' de Josep Pla, o 'La teca' de Ignasi Domènech» (aquellos clásicos que todo el mundo cita pero que pocos han leído). «Por poner un ejemplo: esto será como si en el Gelida trabajara gente de la escuela Hofmann», fabula: ¡este es un símil que nos hace la boca agua! En el piso de arriba habrá una coctelería estilo 'speakeasy' (ya tienen la experiencia del Bar Paradiso), y destaca que la carta de vinos tendrá solo vinos de la tierra y dimensión de bodega: «en Barcelona hay muchos restaurantes con cartas muy largas, pero pocos que tengan diez referencias del Empordà y 15 de la tierra alta, como haremos nosotros. Cubriremos todo el territorio del vino catalán». En una zona complicada, el Raval profundo, el local irá dirigido al público local: «Se trata de coger al cliente autóctono y ponerle un buen restaurante a buen precio». 

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