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El maldito tartar de atún con aguacate

Escrito por
Òscar Broc
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Ya basta. Desconozco qué o quién impulsa las tendencias culinarias, lo cierto es que cuando estas manías se enquistan, pueden convertirse en un Día de la Marmota eterno cada vez que pisas un restaurante. Una de las modas actuales que más me atormentan es el omnipresente tartar de atún con aguacate; el Love of Lesbian de la hostelería barcelonesa.

Puedes esconderte del tartar, pero no podrás huir de él. Te lo encontrarás en todos los menús. Es un plato omnipresente. Vas a un restaurante hipster y tienen tartar con aguacate. Si abres un bar de tapas modernillo y no tienes tartar con aguacate habrá graves disturbios. Adivina cuál es el plato estrella de este gastrobar tan cool: tartar con aguacate, evidentemente. Lees la carta de un japonés y, boom, tartar con aguacate... Tartar, tartar y más tartar...

Y siempre igual. Siempre la misma rodaja con una base verde de aguacate y una corona de atún rojo. Da pereza sólo verlo. Te lo has zampado tantas veces, que aquella combinación de fruta y pescado que tanto te molaba hace 6 años ahora te repugna. La propagación viral del tartar es tan brutal que la receta se ha desvirtuado en un océano de mediocridad: atunes de baja calidad color café, aguacates oxidados e insípidos, toneladas de salsa de soja para disimular, hojas de ensalada Florette para decorar el horror... Es el atentado culinario que ahora te encuentras en la mayoría de restaurantes.

Como queda poco atún rojo, propongo que se dediquen los pocos ejemplares de esta especie a cosas serias, como el sushi. De hecho, de ahora en adelante los excedentes de panga que no quiere Carrefour se podrían destinar a satisfacer la demanda absurda de tartar de atún. Le metes un tinte rojo a ese bicho repugnante, lo disimulas con una buena cucharada de dados de aguacate de supermercado, viertes dos vasos de soja, lo sirves a 12 euros el platillo y aquí pez y después gloria.

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