Noticias

El hombre de mármol

Escrito por
Escala B
Publicidad

Lo que se esconde detrás de la montaña de Montjuïc es, seguramente, para muchos barceloneses, territorio desconocido. No lo sería, quizás, si hubiera llegado la línea deetro reivindicada desde hace más de treinta años. Pero, en cualquier caso, la Marina del Prat Vermell de la Zona Franca nos queda, todavía, muy lejos.

Nadie diría pues, que entre naves industriales, vías de tren y rondas litorales, resiste un pequeño callejón al pie de Montjuïc, de casas bajas y briznas de hierba entre el viejo empedrado. Un callejón donde, desde hace más de 40 años, tiene su refugio Mariano Andrés Vilella, el artista que se ha dedicado en cuerpo y alma a un material que los profanos de la escultura solamente hemos reconocido dentro de la cocina: el mármol.

Maño de origen, sus 85 años y el sol acumulado dando forma a las piedras han calado en su rostro duro y curtido. Una expresión que, a pesar de todo, desprende la tranquilidad, la serenidad y la satisfacción de quien, desde joven, pudo hacer lo que quería. Y con unos resultados extraordinarios. Es el maestro de la escultura en piedra, el catedrático del mármol.

Ha expuesto la obra propia en una lista inacabable de países que va recordando a medida que conversamos entre bloques aún sin cincelar; ha trabajado para numerosos artistas que lo han reclamado para que, con su técnica depurada, trasladara al mármol lo que ellos solo habían podido esbozar; y sus manos han transformado enormes toneladas de piedra en bellísimas velas blancas, imponentes, de más de diez metros de altura.

“El mármol, si no lo dominas, te domina”, me dice al llegar a un estudio repleto de herramientas, ideas y estudiantes. Y se hace evidente quien ha dominado a quien —las formas que consigue son tenazmente redondeadas. Esferas que, sin poder escapar, ruedan dentro de la escultura que las acoge; óvalos livianos atrapados en los ejes que los envuelven.

Le pregunto ingenuamente cuanto puede tardar en esculpir una pieza. La respuesta me deja en fuera de juego: “85 años”, me contesta con la mirada lúcida y burlona.  

Últimas noticias

    Publicidad