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Es complicado que nieve en Barcelona, pero si pasa, pasará estos días, y cuando pase será un fiestón. Todos sabemos que nuestra ciudad cubierta del blanco elemento tiene muchas más posibilidades de diversión que lugares tan rígidos y elitistas como La Cerdanya o Los Alpes. Recordemos algunos pasatiempos fascinantes en caso de que la lluvia-nieve cristalice en copos abundantes:
1. Bajar en trineo por Verdi. Las calles empinadas y poco transitados de la Gràcia norte ofrecen una montaña rusa de emociones. La carambola sería si los cines Verdi hicieran un ciclo de polar (cine negro francés). Quien los tenga bien puestos, que intente el descenso por el Carmel.
2. ¡Ir a esquiar a Horta! El amigo Paco lo tenía clarísimo. Durante aquella fantástica nevada de marzo de 2010, que dejó toda la Gracia alta y el Guinardó con aspecto de Finlandia, se calzó los esquís y ala, cuña abajo por el bonito y desierto calle Salsas. Esquiar entre pinos tiene su gracia, pero hacerlo entre casitas modernistas aún más. Podríamos reclamar a la Colau que los buses que hacen subida incorporaran ganchos de telearrastre. Pero ojo que si TMB se cosca, en breve empezarán a cobrar forfait.
3. Cúrling urbano. La monumental nevada del 2010 posibilitó la aplicación de este deporte tan esotérico (y hay que decir que muy friki) en un entorno asfáltico. Los tres entrañables colgados que se dedicaron a curlingar, friega que te friega el hielo negro de la avenida, hicieron un gran servicio a la popularización de este deporte. Y si os hartáis, hala, cuerpo a tierra a hacer ángeles.
4. 'Skate-bobsleigh'. Hace años, Quim Monzó se cachondeaba de la existencia de un equipo jamaicano de 'bobsleigh' (el deporte tontorrón por excelencia: tres tipos deslizandose por un tubo de hielo dentro de un supositorio gigante). Los mismos salados del cúrling proponen una modalidad asequible y divertida: el 'skate-bobsleigh', que no requiere explicaciones, tan sólo un monopatín y tres tipos con ganas de hacer el burro.
6. Montad una batalla campal de bolas de nieve. La opción más clásica, claro. La extensión del mobiliario urbano nevado ofrece muchas posibilidades. Como por ejemplo, montar una monumental bronca de bolas de nieve, como la que sucedió en la Plaza Cataluña durante la nevada del año 1962. Como certifica el vídeo del NO-DO, las bolas volaban de las sillas de la Rambla hasta el Banco de España.