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El otro día leí en una web de tendencias una de esas noticias que enaltecen el periodismo de calidad: manspreading ha sido el término finalista en palabra del año según el diccionario Collins. Este apasionante titular me hizo pensar que esto del manspreading es una realidad altamente preocupante en el metro de Barcelona. Cada vez son más numerosos los machos que se abren de piernas como si fueran gimnastas soviéticas y se comen todo el espacio que hay en los asientos, obligando a los otros viajeros a juntar rodillas y viajar comprimidos como boquerones en lata.
En el metro de Nueva York están hartos de tipos con entrepierna invasor, de hecho ha habido detenciones por exceso de manspreading y ha nacido toda una subcultura sobre el tema en forma de memes. Como he dicho, aquí ya empezamos a sufrir los estragos de este virus. Seguro que alguna vez habéis tenido que sentaros de lado, pasando de puntillas, retorciéndoos para acomodar el cuerpo el medio asiento que el manspreader y su escroto han dejado libre.
Como me paso media vida en el metro, he sufrido este fenómeno de primera mano y es jodidamente complicado luchar contra esta dictadura escrotal. Estos tipos no se dejan pisar fácilmente. Si haces fuerza con la rodilla para reclamar tu espacio, el usurpador no sólo repelerá el ataque, sino que se abrirá todavía más de piernas. Hasta que los isquiotibiales le revienten.
Soportar la visión del escroto de un señor que no conoces no figura en el contrato entre viajero y metro de Barcelona. Pero todavía es más lamentable que este mismo escroto tenga preferencia en el reparto del espacio de los asientos del vagón. Yo pensaba que antes que los testículos iban las personas, tal vez todo esto tiene una explicación científica y los manspreaders se aseguran la procreación de la especie, dando total libertad de movimientos a los espermatozoides con su apertura de piernas, e incrementando así la calidad de su semilla.
Dado que los científicos no se han pronunciado, los tipos que se abren de piernas en el metro son una anomalía incívica y las autoridades deberían ponerse manos a la obra. Mi propuesta son disparadores de pelotas de tenis en cada vagón. Cuando un tipo se abra de piernas como si estuviera en el sofá de su casa y muestre su masa genital comprimida, el disparador abrirá fuego y todo el mundo reirá mucho, salvo el infractor, que volverá a casa con un recuerdo imborrable en la huevera que tanto le gusta enseñar.