¿Cogéis la bicicleta incluso para ir a comprar papel higiénico a los chinos? ¿Vuestra novia os hizo escoger entre ella y la 'fixed', y os quedasteis con la bici? ¿Sois capaces de ver una etapa de la Vuelta sin adquirir una apnea severa debido a los ronquidos? Debéis ir lo más rápido posible al Ciclista: se convertirá en el bar de vuestros sueños en cuanto toquéis el manillar de la puerta.
Sí, he escrito manillar. Este local de Gràcia es una exhibición sin límites de reutilización de material ciclista. Ruedas convertidas en mesas, manillares que hacen de pomos, radios que ahora sirven para sostener copas, una señal de tráfico sobre la cabina del DJ, bicicletas de coleccionista colgadas en las paredes como si fueran un Picasso... Y atención también con el mobiliario de reciclaje 'high class': a los sofás chester hay que sumarles joyas de diseño industrial casero (la puerta-mesa y los taburetes son deliciosos) que ponen la guinda a una de las propuestas más originales de Gràcia.
En cuanto a la ambrosía hepática, excelente caña de Moritz Epidor y una carta de cócteles muy correcta, con una lista de gin-tonics de la casa con nombres ciclistas que os arrancarán una sonrisa: copas como Piñón Fijo o Anti dopping, mi favorita, os ayudarán a subir el puerto de montaña del sábado noche como si fuerais Laurent Fignon en los 80. Y podéis estar tranquilos, en la puerta nadie os hará mear en un bote de plástico, aunque echo de menos un cartel con la foto de Stevie Wonder donde ponga: si bebes, no pedalees.