Upiaywasi no es un vocablo klingon. Es una palabra quechua que significa 'la casa de la bebida'. Vamos, que no os lo ponen fácil. Porque este bar es un rara avis, una guarida con un look disperso que fusiona raíces latinas, reciclaje bohemio, aromas de barrio y espíritu alternativo. Todo en el mismo pack y sin que la mezcla resulte indigesta. Relleno de mesitas con velas, sillas bastardas, sofás polvorientos y sillones rococó, el Upiaywasi es una cueva en penumbra con apuntes coloniales -colores terrosos bien hallados-, cortinas victorianas de terciopelo, lámparas de gas, lámparas de pie de la abuela y extraños cuadros que harían temblar a Toni Rovira. Pero el bar dispone de una ventaja que le otorga muchos puntos: la magnífica terraza, un asteroide zen que flota en el vacío del paseo peatonal de Allada Vermell e invita, sin tapujos, a holgazanear toda la tarde como cerdos silvestres.
Ocasionalmente, algún yonqui os pedirá tabaco, puede que tengáis que ver pasar algún grupo de dominicanos con móviles que escupen música infernal, pero es un precio razonable a cambio de un rato de contemplación y soledad de los bastidores de la calle de la Princesa.
Y el nombre del bar no es gratuito, ya que tiene un catálogo de 20 cócteles muy decente.
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