En Sants, una invitación al hedonismo: "Somos de calorías y disfrute, tortillas y pollo frito", advierte Daniel Molina, un chef madrileño con mili en BarraFina –tapas Michelin en Londres– o en Dani García, entre otros. ¿Qué hace un madrileño tortilleando en Barcelona, cuando podría hacerlo en la tierra prometida de las cañas y la libertad? "¡El amor!", ríe. Ha cogido una pizca de bagaje de cada lugar, que dosifica en una carta de tortilla individuales de altos vuelos, poco cuajadas por filosofía y necesidad: se hacen al momento, y salen tres cada quince minutos. Se renuevan por temporada –la tortilla de calçots con romesco vuela– pero de diez recetas nunca cae la tortilla brava: una tortilla de patatas cubierta por una salsa brava a la madrileña, fusión triunfal de las dos tapas más pedidas de la historia.
El otro puntal del negocio son unas tapas muy bien hechas, preparado desde cero y sin procesados. Alerta, que decía antes aquí, no son de dieta: la cosa va de pollo frito muy bien hecho, 'deep fry' esponjoso al estilo del Sur de Estados Unidos, de croquetas de pollo con kimchi, una buena ensaladilla rusa... Para disfrutar de la indulgencia del sábado noche con amigos y salir rodando, rellenito de cerveza bien tirada.