Los lustros de Agustí Camps como encargado de locales de ocio nocturnos (La Terrrazza, Pilé 43 ...) hacen que tenga mano izquierda para tratar con la gente. Pero el cariño con que recibe cualquiera que aposente nalgas o codos en estos 35 m² esquineros no se aprende. Encontraréis vermut de la casa por menos de 2 euros, caña bien tirada por poco más de uno y un repertorio de vino a copas, comida fría (carpaccio, sardina ahumada, rusa, empedrado) y caliente (galta, capipota ...) que explican la multitud en la puerta en fin de semana.
Y es que los bares son rendijas populares que resquebrajan la inhumanidad de la ciudad: es por donde salen, haciendo presión, nuestras raíces que destripan el asfalto del día a día. Nos encontramos espontáneamente, camino de la plaza, después de comer a tomar café, o por la noche, para celebrar que la jornada ha terminado. Cerca del mercado de la Albacería hay uno de estos rincones que hacen barrio: la Vermuteria Puigmartí. La abrió Agustí, que habla por los codos y te lía con toda la gracia del mundo: si quieres vino pero no sabes qué, te lleva tres o cuatro botellas para que las pruebes y el elijas. De cerveza tiene un tirador de una checa que tira bien tirada, con crema (la caña, a 1,30 euros).
Si la noche se anima, 'pomelada': pomada menorquina con pomelo (6,50 euros). Para picar, delicias como la pelota de Cantonigròs (9,50 euros), el carpaccio de capipota (10,50 euros) o la ensaladilla (3,90 euros), que se la hacen en Legumbres Moliné, del mercado. La tortilla de patatas se la encarga al panadero del lado, el logo del bar se lo hizo el vecino de arriba, Joan Tarragó, y las aceitunas las compra a Raúl, de Alcañiz, que las vende por la calle con un carro. Como podéis ver, a Agustí le gusta enredar a quien tiene cerca: por eso nos gusta y por eso vamos.
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