La coctelería Monk, del Grupo La Confiteria, está detrás de un colmado paquistaní y dentro de una finca de finales del siglo XVIII: una fachada realista a prueba de bombas que esconde un bar único en su categoría. No os diremos dónde está la puerta de entrada a la coctelería, porque esto ya sería sacar parte de la diversión. Pero una vez dentro, te encuentras en un bar que combina arcos y bóvedas góticos con instalaciones inmersivas de arte lumínico. El espacio es impresionante: todo un estudio de las variedades del rosa en un bar sobrio y señorial. En el váter suena música minimalista y un sistema lumínico trastoca como ve los colores.
El jefe de coctelería, Giacomo Gianotti, considera que "este es el hermano mayor del Paradiso, porque hacemos una coctelería más noble y reposada. Más fina y precisa, con menos espectáculo". Pero muy estética: ¡los cócteles están pensados en cómo la luz les impacta! Y en las paredes hay instalaciones de arte lumínico que se pueden comprar. Una buena prueba del nivel estratosférico de la priva es un maravilloso Philip Glass is Dry, homenaje al dry martini con una redestilación de infusión de algas, sake, cítricos y tintura de setas. Cruzad la pared que parece Krypton, y accederás a una iglesia donde en lugar de hostias reparten algunos de los mejores cócteles de tirador que he probado en mi vida.