Como Barcelona se quedó huérfano del Bel·Luna Jazz, el Little Italy es el único restaurante de la ciudad comprometido al 100% con el jazz. Y es el decano: abrió sus puertas en 1988. Como explica Vicente Gómez, su propietario, empezaron como restaurante tradicional italiano, en una época en la que “el barrio todavía vivía los últimos coletazos de Zeleste en la calle Argenteria”. Y la fórmula de jazz en vivo se les ocurrió cuando vieron que las galerías de arte vecinas abrían hasta tarde. Empezaron ofreciendo cenas-concierto una vez al mes y, por demanda popular, pasaron a una vez por semana. Ahora es más extensa. Lo que hicieron para potenciar las noches flojas se ha convertido en esencial: tan fiable es su cocina italiana como la programación. Podemos escuchar estándares de jazz y bossanova en formato cuarteto, capitaneados por músicos profesionales. El formato acústico, dice Gómez, “permite la conversación sin esfuerzos en una misma mesa, e impide escuchar las conversaciones entre mesas”. Lugar apto para románticos y no para chafarderos, vaya.
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