Nos llevan una botella de Sauvignon Blanc de Frantz Saumon. No somos expertos en la materia y nos hemos dejado aconsejar. Flipo con el vino y levantamos la vista con una sonrisa en los labios. En la pared descansa el catálogo de botellas más honesto y saludable del Born. En l'Ànima del Vi sólo trabajan con vinos naturales, sin aditivos, vinos que han evitado injerencias químicas y manipulaciones humanas para llegar a la mesa casi incorruptos. Se nota.
El blanco se evapora como agua en el desierto. Decidimos hacer cojín con un platillo de ensalada de pulpo y patata orgásmica. Todos los ingredientes son de primera; están preparados con un gusto exquisito. Nos dejamos llevar por la concupiscence y nos permitimos el lujo de pedir un paté de pato con pan tostado para ponernos en sintonía con el allure francés del local: delicado, sabroso, vicioso como él solo. La noche fluye. Música jazz reverberante en las copas. La luz es cálida en este bar/cave à vins, una cueva atemporal que supura magia en cada rincón, y consigue una armonía indescriptible entre bodega, comida y atmósfera.
Esto es un elegante maxmix catalano-francés que invita a matar las horas como moscas. Un piano antiguo. Mármoles desgastados. Sillas de madera. Una réplica del Guernica. Vajilla vintage. Podríamos morir aquí dentro. Los responsables de este milagro en zona de guerra turista son el Benoit y Núria, una pareja que hace funcionar el negocio con una cadencia hipnótica. Su pasión por los vinos naturales hace de l'Ànima del Vi una exhibición de marcas única y majestuosa que a veces, injustamente, resta protagonismo a los pequeños plaisirs que salen de los fogones de la cocinita del fondo del local. Además, los elementos externos también juegan a favor: la ubicación del bar, en las profundidades menos transitadas de Vigatans, contribuye a conferirle una aroma de enclave mágico, telúrico ... Piérdete en el.
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