Aquel silencio incómodo a la hora de elegir el vino ... Azuzado por el acojonamiento de hojear una carta-enciclopedia de alta gastronomía. Esto no ocurre en La Catalista, un bonito bar de vinos -va, buscad triples sentidos- que la sumiller norteamericana Erin Nixon acaba de abrir en Carders, 11. "Para mí, los vinos catalanes son increíbles y deliciosos, pero no elitistas, y queríamos una carta que reflejara este momento de efervescencia y cambio, con tantos pequeños productores excelentes ", explica Nixon. Y aquí entra en juego la chef Laila Bazham (Hawker 45). A partir de quince vinos de la tierra selectos -todos en copas, de cuatro a seis euros-, la filipinobrasilera ha ingeniado una carta de doce tapas o platos enteros -y tres postre- que buscan la armonía organoléptica prefecta. De cara a barraca: a la carta, cada plato tiene una copa al lado, y en lugar de clavarte rollos sobre el macabeo, Nixon te cuenta lo esencial de cada vino-plato.
Como, por ejemplo, que unas buenísimos setas de temporada con salsa de 'vitello tonnato' (gran combinación!) mantecosas y de salado suave estallan contra las frutas del bosque ácidas de un Foresta-Sumoll 2017. Bazahm es una crack, y el también filipino Mario Llorente (ex-Topik) pone en práctica la carta con mucho oficio y precisión. Ahora, no hace falta ser un bribón inventor de notas de cata para apreciar como una cremosa vieira con hinojo y menta derrapa y se envuelve con los cítricos y las flores de un Parès Baltà Cosmic. Se puede comer fuerte: costillas a la barbacoa deshuesadas, con salsa barbacoa y jengibre (8 euros la ración) y 'brunch' los fines de semana. Y por cada porción de comida, tres copas a mitad de precio. Todos los vinos son excepcionales, y Bazham une la cotidianidad mediterránea y la del sudeste asiático con sabrosa naturalidad. En un barrio lleno de 'grilled cheese sandwich', me encanta que una estadounidense y una filipina reivindiquen la cosa nuestra.