Son jóvenes y han arrancado con el empuje del éxito de otro local graciense, La Xula. Les rondaba por la cabeza coger otro local, y cuando vieron que se traspasaba el Paladar del Son; y valientes como su héroe, se triaron a la piscina sin pensarlo dos veces. En el Jabato la carta de tapas es corta y nada falla, algo poco habitual: si pides unas croquetas, te las sirven cuadradas, eso sí, pero con una bechamel que liga perfectamente con las carnes del caldo. Suculentas. Si queréis buñuelos, serán bien mullidos, como es debido, con todo el aire del bacalao y nada de su peso.
Las bravas las hacen con piel, cocidas en su punto, y con una salsa poco picante pero con un toque ahumado delicioso. El canelón de carrillera trufada es digno de mención: la carne deshilachada, melosa, apretada una pasta al dente con el aroma de la trufa ... ¡Y mide un palmo! (Remarcable: no son platillos, son raciones de buena ley). Otro acierto es la morcilla con calamar y patata: en cada bocado agarras algo de la ternura del calamar (fresco y bien cocido), la untuosidad y la contundencia del morcilla, y hasta el más goloso quedará satisfecho. Lo estamos pero quisiéramos atacar toda la carta, porque lo que nos acabamos de comer es cojonudo y no nos han robado la cartera: veinte euros por barba y buena cerveza en el tirador.