El Santa Gula tiene un hijo, el Gula Bar, un descendiente más informal que mantiene el estilo de alta cocina y sofisticación del padre. Un cartel de neón que parpadea luces flamencas descubre este local que se esconde en los alrededores de la plaza de Narcís Oller. Por fuera recuerda alguna de las cervecerías artesanas de Consejo de Ciento, una entrada lateral poco señalizada con una inmensa galería que muestra el interior. Cualquier agujero del local está bien aprovechado: mesas, sillas, taburetes y mucha gente.
El Gula Bar está de moda y se nota. Por Instagram corren las fotografías que lo demuestran y, al mismo tiempo, contagian la fiebre colectiva para ir y zamparse las tapas de la carta. Estas mezclan con gracia e ingenio los productos estrella del mercado: 'niguiri' de aguacate con tempura, ventresca al ajo negro o rabo de toro con sabor latinoamericano.
Si sois vegetarianos, os lo tendréis que pensar dos veces: este es un lugar de proteína animal selecta y vehiculada con imaginación. Hay lugares que tienen una estética estereotipada, y una carta que se corresponde. No es el caso. La estética metalizada de garaje industrial y fish & chips londinense, con cocina abierta y el toque de 'pop-up' de los neones es deliciosa, pero no sorprendente. Ahora bien, es en la pitanza que te rompe los esquemas. Por el aspecto del sitio, te esperas el tríptico rusa-brava-croqueta, y el chef Martín Marchese -uruguaio- te desencaja la mandíbula con unas croquetas de bacalao a la lata. O aplicando a la rusa con anguila un sutil extrañamente con un hilillo de salsa de pimiento del piquillo. En realidad, este bar de comida es el resultado del crecimiento de la cocina del Con Gula, en Sant Cugat.
"Hacemos lo que nos da la gana", dicen satisfechos, y eso se nota en platos suculentos y juguetones, como unas empanadillas de cordero tandoor con 'labneh' -que una niña de siete años se come encantada- o un trampantojo cremoso, entre la crema catalana, Perú, el foie i la Nocilla 'casera'. El repertorio no es muy largo, pero sí selecto, y cada ración y platillo es un pleno al quince. Pedid tres por cabeza y a disfrutar. -Julia Gamissans / Ricard Martín