A veces los tópicos funcionan. "El bar al que a nosotros nos gustaría" ir es una definición un tanto sobada de muchos negocios, es eso exactamente lo que han conseguido en Fino Bar. Ubicado en la parte más alta de Gracia, por encima de Plaza Rovira, lejos del bullicio y donde todavía queda barrio, lo definen como un bar moderno con alma de colmado. Un local sin cocina y en el que, ahí va otro tópico, han conseguido convertir en virtud esa carencia. La propuesta va más allá de las conservas y los embutidos y apuesta por dar un toque propio a una excelente selección de producto. El responsable de la carta es Alberto Ibáñez, uno de los seis socios de esta aventura, y con experiencia en cocinas de renombre como Lomo Alto o Àbac.
De su cabeza han salido dos de los hits de Fino Bar: las tortitas Inés Rosales que se sirven calientes con sobrasada de buey –de Soler Capella, en la Boqueria- miel y queso ahumado, y el ingenioso croq-fondue. Querían tener croquetas, pero a falta de freidora se ofrece la masa de las croquetas para 'dipear' con tostaditas de pan. Maravilloso invento para dar rienda suelta al instinto de zamparse la masa de las croquetas antes de cocinarlas que todos hemos tenido alguna vez en casa. La carta de vinos es inquieta y cambiante, y podríamos caer en la tentación de definir Fino Bar como bar de vinos naturales. Pero los parroquianos exigen –y reciben– comida de la buena y corte frío selecto: la máquina de cortar fiambre es la estrella del lugar.