La Farola lo tiene todo para seducirme. Una coctelería extraordinaria, con personalidad. Una atmósfera elegante y cercana que repele el turismo de camiseta de fútbol. Una terraza de muchísimos quilates en la calle Rec. Música en directo cada tarde-noche. Me recibe Marco Tagliabue, que ya dejó huella en la coctelería Creps al Born y ahora vuelve a marcar el barrio con una propuesta más reposada.
La carta es una caricia de cócteles unisex, que tira de productos de temporada, jarabes artesanales, aromas frescos, gustos afrutados y combinaciones con pocos ingredientes y muchos matices. Mediterráneo hasta el tuétano. Me dejo querer por la decoración del local, que evoca los cafés barceloneses de principios del siglo XX.
Impresionante colección de vinos de Jerez. Cócteles con café. Seis Negroni diferentes. Y piezas tan frescas como el Femme Fatale, un bloody mary ligero con tomate fresco que me vuelca el cerebro. O el potentísimo y delicado Mont Blanc, con ginebra, bitter, vermut blanco, cítricos, anís y más notas que un piano. Ah, ¡y en lugar de pajitas tienen espaguetis gruesos! Complicado no amar un lugar así.