Entre los callejones de Gracia se esconde un local con dimensiones de porteria. Tiene una larga barra de madera, tres mesas para parejas y una cocina que recuerda la de los refugios de montaña donde sólo cabe un hornillo. Ofrece la intimidad necesaria para hacer una de esas cervezas que se despiden con un 'deberíamos ver más'. Puedes elegir entre una buena birra artesana o un cóctel que huye de fantasías, pero que está hecho con trazas y alcohol de calidad. Existen muchas maneras de picar entre horas y este bar sobresale en todas ellas. Olvídate del cóctel de frutos secos reblandecidas, el puñado de palomitas rancio y las bravas.
La carta ofrece una selección de platillos de origen catalán que a comerlos te transportan en Italia. Y no es porque, a veces, las guarniciones tengan 'pomodoro secchi'. Si no por el cariño con que miman la cocina, que recuerda cómo se trabaja en los locales del 'bel paese'. Aquellos que te dan la tranquilidad de pedir lo que sea y salir satisfecho. Dicen que dentro del bote pequeño está la buena confitura y, aquí, el espacio es diminuto. En Entre Horas tienes que picar. Y descubrirás que lo que era la excusa para no beber con el estómago vacío, será tu motivo para volver.