Empiezo a pensar que Lito Baldovinos y Enric Rebordosa han hecho un pacto con fuerzas malignas, como Mick Jagger y Keith Richards: todos los negocios que ponen en marcha son una lección de elegancia, sentido del humor y calidad. Todo lo hacen bien. El Maravillas es el enésimo triunfo de este tándem que ha hormonado el hígado barcelonés con templos de la priva como el Paradiso y el Dr. Stravinsky.
Y me la juego: es el mejor bar de Les Corts con diferencia. Con una terraza idílica en la plaza de la Concordia, El Maravillas juega con una magnífica carta de vinos, pero me decanto por los cócteles. En la barra, opera Míriam Campa, una 'bartender' que trabajó en Tirsa y con la que me quiero casar lo antes posible. De hecho, prepara el mismo gintónic que hacían en el Tirsa, un guiño a los nostálgicos, que soltarán una lagrimita cuando lo prueben. Campa tiene una muñeca privilegiado. Los cócteles son extraordinarios -¡qué Bloody Mary! -, pero también los platillos que salen de la cocina: carrillera de ternera, tartar de atún, albóndigas con papada y sepia ...
Satisfecho, bien comido y muy bebido, voy al inodoro y me encuentro una capilla dedicada a Romario, con fotos 'vintage' del delantero brasileño en acción. Sonrío y me rindo. Habéis ganado, cabrones: este bar es la hostia.
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