Sangre muy caliente y mojitos muy fríos. La fórmula ganadora del Bombón continúa intacta, incluso habiéndose mudado de barrio. Celebro que el traslado del Raval al Gòtic no haya cambiado este bar tan curioso. Curioso, porque en esencia es una iglesia latina dirigida a un público modernete. Las referencias constantes a los años 70 y 80 en su decoración lo convierten en el único bar afro-caribeño-hipster-friendly de Barcelona. Me encanta. El Bombón es un santuario retro de la música latina. La barra está presidida por un mural donde nos sonríen Celia Cruz, Willie Colón o Rubén Blades, entre otros torturadores de caderas.
Si os fijáis bien, encontraréis hasta vinilos legendarios colgados en las paredes. Unas paredes forradas con papel de los setenta que se adentran hacia una habitación con muebles reciclados. Para llegar tendréis que esquivar una palmera y una nube de papagayos psicodélicos. Podría ser un bar hipster de Gràcia, pero el Bombón va más allá: el componente de sapiencia musical afrocaribeña y la veneración por los sonidos 'vintage' le dan un punto irresistible. La banda sonora es brutal, claro, y tampoco están nada mal los ofrecimientos alcohólicos. Si metéis las narices en la carta de cócteles, es obligatorio probar los mojitos, que llegan a la barra en un bote de confitura reciclado, con la tapadera y todo. El Rompe Saragüey, una variante de la casa, es perfecto para pillar un pedo dulce y placentero. El estado de ánimo ideal para bailar los ritmos flamígeros que petan los altavoces y, en honor a la señora Celia, expulsar un sonoro ¡azúcar! A la atmósfera.